Año 17, No. 74 – Edición Trimestral/ 2022. Valor $30.000.oo
Consejo Editorial: Enrique Luis Muñoz – Director. Álvaro Suescún T. – Editor: Miguel Iriarte D.David Lara Ramos, Julio Oñate Martínez, Marcos Fabián Herrera, Diógenes Royet – Director Fundador.
Diseño & Diagramación: Gustavo E. Agudelo V. • Cel.: 315 8000964
Editorial.
Corriendo las primeras décadas del siglo XX dos acontecimientos musicales llegaron a las arenas del Caribe colombiano: El bolero de la isla de Cuba que aparecía registrado en el periódico La época de 1911 en Cartagena, pro-mocionando la venta en el almacén Mogollón de las partituras transcritas para piano de La Tarde del compositor oriental Sindo Garay, escrita en ese mismo año para guitarra. En el trote del tiempo en 1921 la prensa de Barranquilla nos da noticia del jazz, la música de New Orleans que interpela al mundo musical con sus síncopas en la acentuación rítmica y con sus fraseos de cortas y largas improvisa- ciones en la línea melódica.
Desde aquellas calendas, ya lejanas en más de un siglo de ausencia, hemos recibido estas expresiones musicales haciéndolas nuestras, ar-ticulándolas a páginas memorables de nuestra música distintiva, comunicando de múltiples maneras y colores que la cultura del Caribe es una y diversa a la vez.
En las coordenadas de confl uencias musicales de Panamá con Colombia nos llegó la Orquesta Panamá Jazz Band presentándose en el Club ABC de Barranquilla en 1921 y más tarde en Cartagena, Montería y Sincelejo donde se quedaron algunos músicos y se hicieron miembros de las Orquesta Dempsey Jazz Band y Tunney Jazz Band.
Desde entonces se vivió un caluroso romance entre el bolero y el jazz, siendo un fi el testimonio de época registrado por la Orquesta Emisora Atlántico Jazz Band con sus boleristas Jaime García y Gilberto Castilla, “Castillita”, como puede evidenciarse en la iconografía fotográfi ca de Barranquilla.
Jazz y boleros desde siempre se han dado la mano amistosamente, en el momento preciso y en el lugar indicado, enriqueciéndose mutuamente, desde la improvisa-ción y la libertad de las melodías hasta el calibre del sentimiento, más allá de la lú-dica están los sonidos vertiendo su juego de palabras, su propio lenguaje es el fraseo con los instrumentos que alerta a los músicos y constituye uno de sus atractivos, para quienes disfrutan de esta música como para quienes le dan forma.
Para darle continuidad a estas fascinantes historias musicales ponemos a disposición de Uds, amables lectores, las siguientes páginas, que contienen episodios de mucho interés sobre este mundo musical que permanece en movimiento, construidas espe- cialmente para Uds. por nuestros escritores y artistas invitados. ¡Bon apetite!