En un tradicional paisaje natural donde reina la tranquilidad, estuvo el Rey Vallenato José Ricardo Villafañe – Foto Juan Rincón Vanegas
Entrevista
Por Tatiana Orozco Mazzilli y Juan Rincón Vanegas
En medio de la pandemia José Ricardo Villafañe Álvarez, escuchó cantar a un pájaro mientras estaba en la Sierra Nevada de Santa Marta. Eso lo conectó con la que él llama sabia naturaleza y lo llevó a componer sonidos que luego le ayudarían a ser el Rey Vallenato 2021.
Casi medio siglo le tocó esperar Juancho para que le reconocieran la paternidad compartida de su hija mayor:La Pollera Colorá. Y la ley fue quien tuvo que venir a poner orden.
En efecto, para junio del 2010, el Tribunal Superior de Cundinamarca, ratificó la sentencia sobre una demanda que se había presentado una década atrás en un Juzgado Penal de Bogotá, sobre una pretensión que era de domino público y todo el mundo sabía: que Juan Madera, era el legítimo creador de la melodía que lleva la mundialmente conocida cumbia , aquella que un día hizo zarandear hasta el Vaticano; pero que sólo la parte demandada, por impertinencia o estimulada por un puñado de ambiciosos mercenarios de la música, se resistía a reconocer.
Ese fallo, aparte de conferirle al actor de la demanda, Juancho, el derecho de coautor sobre su obra maestra, condenó a Choperena-hoy fallecido, otrora amigo del alma y compañero de juerga en los años dorados por allá por Barrancas, a resarcir de manera pecuniaria al demandante por daños morales y patrimoniales, y a pagar unos cuantos meses de arresto.
Quisieron cercenarle la gloria, pero no el triunfo.
Rebobinando mí aletargada memoria, producto de esos avatares cumbiamberos, me remonto a los últimos años de la década de los sesenta en el municipio San Luis de Sincé-Sucre-, pueblo donde nació y se crió JuanBautista Madera Castro y este humilde sabueso de jolgorios autóctonos.
Es tradición en mi pueblo, al igual que muchos de la costa Caribe, que una banda de música, de las llamadas papayeras, se apueste en el atrio principal de la iglesia para acompañar de alegría complementaria al novenario de su Patrón o Patrona, con algunos valses o pasillos para la ocasión. En Sincé, la novena patronal empieza el 30 de Agosto, día de Santas Rosa de Lima y finaliza el 7 de Septiembre, víspera del día en que con rigurosa pompa y romería se celebra y venera a la Virgen del Perpetuo Socoro.
Dice un sabroso dicho sabanero, que al que le gusta elsuero,vive recostado alcalabazo. No se en cual de esas temporadas patronales fue, pero lo cierto es que, a la banda de música que le tocó el turno esa vez fue a la 8 deSeptiembre de Sincé. Yo, más pendiente de la banda que de los actos religiosos, todos los santos días de la novena me colaba entre los adultos, para acomodarme como garrapata encantada, a menos de un metro y ligeramente detrás del hombre del clarinete, extasiado por el sonido que emitía su instrumento. El señor, era un moreno fibroso, de mediana edad, estatura normal, de rostro serio pero que transmitía simpatía, y menos morisquetero que sus colegas a la hora de tocar. El primer día me miró con cierto recelo, el segundo, me lanzó una entrecortada sonrisa, el tercer día me dio una palmadita en el hombro, el cuarto y los demás días me hizo una venia de estilo, como si ya fuéramos unos viejos conocidos. No recuerdo, hasta esos momentos, haber intercambiado siquiera una palabra con él.
Una tarde, correteando yo por el Barrio Guinea, debió ser en una de esas tantas tremenduras de la edad, un par silbidos hizo detenerme. Al voltearme, pude ver parado en la puerta de su casa a un hombre descamisado que me hacia señas. No hice ningún esfuerzo para reconocerlo, y él por supuesto, daba a entender que también me conocía: era el clarinetista. Después de un atolondrado saludo me hizo pasar a su humilde vivienda. Me interrogó sutilmente con algunas preguntas que logré contestar en medio de mi rancia timidez. Me enteré esa vez que conocía lo suficiente a mis padres. Aproveché ese dato para aclimatar mi confianza y, poder refrendarle con palabras, lo que él, por olfato suponía: mi pasión por la música; y que de todos los instrumentos de viento, reflexión que no le pude explicar bien, mi favorito era el clarinete.
De manera súbita, con movimientos de concertista, sacó el instrumento de su estuche, mientras yo en esos momentos trataba de espantar una puerca recién parida que se quería meter a la sala; colocó el clarinete en mis manos y con rigor didáctico, me explicó una por una las partes de que está compuesto, con sus respectivos nombres; por último, le puso la boquilla y permitió en medio de mi desconcierto que le sacara un par de desafinadas notas. Fue el preámbulo de un acercamiento moderado a su reducto. Pero quiero ser sincero, todavía yo no sabía de sus logros musicales, ni como se llamaba el hombre del clarinete, ni él tampoco había dado un milímetro de pistas para yo adivinarlo.
El hallazgo de sus datos filiatorios me los dio a conocer en una charla informal, un vecino de mi edad, Fernando Iriarte Jr., alumno aventajado dentro del resto de sus amigos contemporáneos, en materia de farándula y novedades; hijo de Fernando Iriarte Navarro, compositor del añejo, pero vigente porro, Soy Sinceano y del Himno a la Virgen del Perpetuo Socorro. En su memoria, la Casa de la Cultura lleva su nombre.
Pocos días, después de aquel descubrimiento, hubo un festejo familiar cerca de mi casa amenizado por la Banda 8 de Septiembre. En el descanso de una de las tandas musicales me le acerqué al Maestro Juancho, le di el ocasional saludo, y sin rodeos, le pregunté que si era verdad que él era el autor de la famosa cumbia, la misma, que entre otras cosas, fue la primera canción que yo me atreví a cantar en público en una jornada de canto libre en mi escuela. No me respondió, pero demostró su genético talante, cuando se llevó el clarinete a los labios y sin alarde ni resistencia, interpretó, muy pasito, los arreglos originales con que se grabó la mencionada cumbia. Ocho compases musicales fueron suficientes para explicar lo que mil palabras hubiesen podido decir.
Otro de los pasajes que el anecdotario de esa época me refresca fue, el día en que fui a su casa a enseñarle mi primera composición. Estaba yo recién llegado del seminario en plan de vacaciones. Mi ópera prima la había concebido en género de cumbia, y de paso, era al primero que se la daba a conocer. Tan pulcro en la crítica, como franco en sus argumentos, me dijo que de cumbia lo único que tenía era la letra, y sin embargo, le sonaba a villancico. Que la estructura melódica con la que estaba hecha era la de un clásico paseo sabanero, en tono menor.
Después de algunos años, que me fui a vivir a Venezuela, le cambié la letra y se la di al cantante Pastor López, quien me la grabó con el nombre de Tempestad. En una de mis anuales visitas decembrinas a Sincé, le llevé esa nueva versión en un casete:
–“Ñeeerdaaa” , ahora si tiene pinta de cumbia- exclamó, antes de lanzarse una risotada.
Sería exagerado si yo dijera que existió o ha existido una gran amistad con Juancho. La diferencia notable de edad en los primeros tuteos que mantuvimos, yo tendría para entonces unos catorce años, y él tal vez ya superaba los cuarenta ; o el haber escogido cada quien un espacio diferente para enrumbar nuestra vidas, que nos mantuvo distantes , pudo privarnos de que esa amistad se consolidara. Pero, sí reconozco que se dio una estrecha relación, donde prevaleció el respeto y la consideración, que cada vez que tuvimos ocasión de demostrarlo, lo hicimos sin tapujos. La sensación que me quedó de aquellos años fue, la de un hombre sumiso, alegre, decente y sin mayores ambiciones que deleitar al mundo con su música.
Para Julio, del año 2016, urgencias personales me obligaron a viajar a Sincé. Viaje inusual, pues, tenía como cuatro décadas que no lo hacia para esa fecha. Pero no pudo ser más beneficiosa y oportuna esa visita. El rótulo que se ha ganado Sincé, como la Meca de la Cultura Sabanera, lo pude comprobar, saborear , vivir a plenitud, y con todas las emociones, en la SemanaCultural que se celebra todos los años con motivo de la Fiesta de la Independencia, y en la cual, yo había caído como paracaidista. Ese año el personaje homenajeado, y quien se robó el show en cado uno de los eventos programados, fue justo, el maestro Juan Madera. Habló, cantó, enamoró, bailó y tocó a pesar de sus 94 años, bien cumplidos. El cierre con broche de oro de los halagos fue, cuando el mismo 20 de Julio, en una fastuosa ceremonia en la Casa de la Cultura, que con buen acierto dirige el gestor cultural, Hugo Sierra Romero, firmó el Acta de la Independencia, como el mismo lo anunció para aquel momento:
-Me independicé de mis partituras y clarinete- dijo, estremecido de emoción. Que otros hagan lo mismo, yo ya cumplí.
Se refería a la donación que le hizo al Municipio de Sincé de las partituras originales que llevan arreglos y melodía de su Pollera Colorá y el clarinete con que la interpretó. Además de la solemne donación, en ese mismo acto, la Alcaldía del Municipio lo condecoró con la Orden al Mérito Adolfo Mejía, que es concedida a aquellas figuras que hayan hecho un valioso aporte a la cultura y las artes, honrando la memoria, del genial compositor sinceano, Adolfo Mejía Navarro, uno de los más grandes de la Colombia contemporánea.
En medio del fervor protocolario me le acerqué a Juancho para saludarlo y brindarle mis felicitaciones. Después de casi dos décadas de no encontrarnos, era natural que divagara para acordarse de mí. Al desempolvar los datos puntuales, no solo se ubicó, sino que me extendió una invitación a su casa en Sincelejo, para el domingo siguiente.
Tal como lo convenimos aquel día, el domingo 24 de julio a las 10 de la mañana, con disposición y puntualidad, guiado por el baquiano, Carlos García Acosta, que entre sus pocos defectos está el de abrir trochas permanentes para que se entrecruce la dicha y disposición, llegamos su apacible casa, ubicada en el Barrio El Cortijo. No era grande, ni mucho menos suntuosa, pero sí acogedora. Cada objeto y mobiliario estaban en el lugar preciso. Lo primero que experimentamos fueron los estrictos hábitos tradicionales: no nos habíamos sentado cuando ya teníamos un pocillo de café en cada mano. Su eterna esposa, Amparo, y su hija mayor, Luz Amparo, sobradas en atenciones, son las otras dos personas con quien Juancho comparte el hogar. Cada uno de ellos dio muestra que es un eslabón imprescindible de una cadena humana de ternura y comprensión. Me acomodé en una mecedora paralela a la de él, ubicada en una salita agradable, contigua a la cocina.
La visita nunca tuvo pretensiones investigativas, ni mucho menos periodísticas, sino para que decantara en una espontánea tertulia; y sin sobresaltos, de hecho, se dio.
No puedo pasar por alto la perplejidad que me produjo percibir la frescura y precisión de su memoria al momento de atomizar sus relatos, y el pertinaz sentido del humor como pauta condimentaria al conversatorio. De este último atributo yo tenía nociones, pero no que se le hubiese acentuado a través tiempo.
Salvo un par de revelaciones, al menos para mí, y algunas verdades, pero que a medias se habían divulgado por los medios, el grueso de los hechos aportados por Juancho en ese ameno rato, y en lo que tiene que ver con la historia de la cumbia, son los archiconocidos por todos. Sin embargo, esas dos horas entretenidas, que aun conservo en una grabación digitalizada, las tengo como valioso testimonio del aprecio a la obra y grandeza de un singular y descomplicado contertulio.
Con su voz bajita y pausada, y frases como salidas de un colador de recuerdos, que de vez en cuando las sintonizaba su hija Luz Amparo para hacer algunos ajustes ,y algunos interrogantes de nuestra parte, se fue desgranando ese encuentro, que trataremos de reconstruir, respetando tal como se dio la narración cronológica.
-¡Ahora como castigo, tienes que aprender a toca ese instrumento!-.Así le dijo, quien después fue su mentor y profesor de música, Ricardo Maza, que había llegado importado de Magangué a pedido de un grupo de prestantes personajes sinceanos, quienes en una colecta pública, recabaron los fondos suficientes para comprar el grueso de los instrumentos musicales para organizar la primera banda de músicos de Sincé. Antes de su fundación ya la habían rotulado como la 8 de Septiembre.
Juancho, que no había cumplido los dieciséis años de edad, no podía ocultar el gusto obsesivo que sentía por el clarinete, desde que quedó subyugado cuando escuchó a un par de clarinetistas de una banda de música foránea, quien en aquella oportunidad fue la invitada para amenizar las Fiestas Patronales de Sincé.
El Maestro Maza había convocado para su proyecto, en la casa del ganadero Pacho Montes, a una docena de jóvenes con vocaciones musicales, para impartirles una charla preliminar que sirviera de entusiasmo, y si respondían, poder incorporarlos posteriormente como músicos a la banda. En la sala, sobre un mesón, estaban todos los instrumentos para la agrupación. Juancho, en un arrebato de travesura infantil, simulando que iba al tinajero a beber agua, no pudo aguantar la tentación de ver a su enigmático clarinete, indefenso sobre la mesa. Con el movimiento de una liebre agarró el instrumento, se lo llevó a la boca, dice él, que la intención no era hacerlo sonar, pero que los nervios lo traicionaron.
Aquel débil sonido pero que fue suficiente para alterar la disciplina de aquella sesión instructiva, y su posterior sanción, reconoce, que fue una bendición. No solo aprendió a tocar el clarinete con entereza y maestría, sino que más nunca se separó de el, y con el forjó el medio de vida para sacar adelante una familia de 11 hijos.
En su vida, asistió a la escuela por tres meses apenas. Esto lo hizo en el colegio Santo Tomás de Aquino, cuyo director y dueño era don Luis GabrielMeza, uno de los precursores de la educación sinceana; el mismo que se ufanaba constantemente con orgullo pedagógico en sus clases de castellano, que en uno de sus pupitres se había sentado el más universal de sus alumnos: Gabriel García Márquez y, que hasta se dio el lujo de darle un par de reglazos en una ocasión por estar leyendo cuentecitos raros en clase. Fue también Don Luis quien le regaló a Juancho el primer clarinete que tuvo como propio. Ese instrumento también fue un regalo que el maestro Epifanio “Pifa” Montes le hizo don Luis. El “Pifa” lo había traído de París, en una gira que hizo por Europa, acompañando al ballet folclórico de SoniaOsorio. Epifanio Montes, junto a Juancho, Adolfo Mejía y Dairo Meza conforman el cuarteto histórico más relevante de la camada musical sinceana. Con ese mismo clarinete fue que Juancho inmortalizó su pollera colorá.
– Cuando ya me pude me defender con la cartilla abecedario, me gradué, –dice con picardía. Más nunca se preocupó por una escuela. Al maestro Maza fue al quien le tocó después la tarea paralela: pulirlo en la lectura y escritura y enseñarle los primeros secretos del pentagrama.
-Tocábamos, más por amor al arte que por la plata. La fundación de la banda se dio en el año 1938- dice como si fuera ayer. Alternando las labores agrícolas, como con el oficio de clarinetista, me daba decentemente para sobrevivir,- recalca.
-Se inclina, mientras se mueve en su mecedora- mira a hacia la derecha donde me ubico- y continúa:- pero era feliz, la responsabilidad, el trabajo y la honradez siempre los tuve presente.
-Fui moderadamente parrandero y mujeriego-mira con picardía a su mujer, no es verdad mija ?, -dijo, con tono mas fuerte para que su mujer escuchara.
En esos tira y encojes de la vida permaneció en la banda 8 de Septiembre deSincé y en sus labores agrícolas, durante unos veinte años aproximadamente, hasta el día en que una visita inesperada le hizo dar un nuevo giro a su vida.
Mientras hacia la siesta, un día cualquiera, a finales de los años cincuenta, se le presentó a su casa el músico Pedro Salcedo, quien aprovechó una visita relámpago a Corozal, donde era oriundo, para arrimar a Sincé. No tuvo que recorrer muchos kilómetros para conocer a Juancho, a quien ya tenía referenciado con las mejores credenciales, pues, un colega se lo había recomendado como clarinetista. Después de venderle la idea de un porvenir promisorio con su Orquesta, quien ya estaba posicionada desde hacia casi un lustro en Barrancabermeja, atraída también por la fiebre del oro negro, Juancho aceptó el desafío. Sabía además que, ya medio centenar de paisanos suyos andaban por aquella comarca enrolados en la transnacional Troco y, más de uno de ellos lo había sonsacado para que se fuera para allá como trabajador raso, pero se había negado tantas veces, porque sostenía que lo de él, era la música.
-Si me esperas a que recoja la hamaca y los dos pedazos de cabuya, “puyo el burro” contigo enseguida- dijo en broma ese día. Pero Pedro lo entendió como una muestra de su inequívoca decisión.
-Llegué, toqué, gusté y coroné -, dice con firmeza. Me fue también en Barrancas, que ya autoricé para que el día que me muera, me cremen y las cenizas las repartan entre estos dos pueblos que siempre me han querido.
– Dicen que los bares sirven solamente para tomar tragos, malgastar dinero y conseguir putas- dijo, mientras continuaba inclinado sobre el mecedor gesticulando de vez en cuando con su mano derecha-, pero a mí ,me dio mas que eso.
Es bien sabido que la Orquesta de Pedro Salcedo, fue la agrupación de planta por varias temporadas en el Grill Hawái, y que allí, en una noche embriagadora, pero sin tomarse siquiera una copa, a Juancho lo fustigó de manera inclemente lo que llaman musa para inspirarse y componer su pollera colorá. Como curioso observador, empezó a contar aquella noche a todas las muchachas que llevaban faldas de color rojo, y le preocupó que la cuenta total le dio13.Se preguntó, por qué no componer una canción a las polleras de ese color. Más se demoró en razonar, cuando en el propio escenario, comenzó a martillarle en su cabeza, por un buen rato, unos placenteros acordes que los tomó, dice él, como revelación divina .Era tan recurrente esa melodía en su mente que quedó embebido toda la noche, hasta tal punto que un colega le llamó la atención por desentonar en una canción que tocaron del repertorio. Discretamente, sin que nadie lo notara, aquella melodía la improvisó en un descanso, primero con el clarinete, luego la tarareó ciento de veces, pero no la plasmó en el pentagrama, sino hasta el mediodía siguiente, en su casa, donde le bastó un solo jalón de entusiasmo para hacerle los arreglos y dejarla como sinfonía conclusa
Un fin de semana, bien temprano, se presentó Wilson Choperena a la casa de Juancho, este dice que lo notó enguayabado. No quiso tomar café, sino que prefirió un vaso con agua fría.
LA POLLERA COLORA
-Hoombeee, Juancho- dijo Choperena, le coloqué unos versitos a la pollera… y no se si te va a gustar.
-Desembucha-, le dijo Juancho, somnoliento por el transnocho todavía.
No había cantado los primeros cuatro versos cuando Juancho no pudo contener el coletazo de emoción.
-¡Se encontró el hambre con la comida!- fue lo que único que atinó a decir Juancho.
Juancho nunca objetó ni sugirió siquiera una coma para la letra de la cumbia. Por el contrario, siempre reconoció que la letra de Choperena fue la más oportuna y valiosa prenda conque se pudo combinar la pollera. –Yo fui su sastre y el le aplicó los adornos -, sostiene Juancho.
-Entonces, eso de la Negra Soledad, Mirna Pineda o Negra Maravillosa, es cuento?- le preguntamos por curiosidad. Desvía la conversación, pero insistimos.
-Puro bullerengue-responde Juancho con voz firme. Esas versiones las leí, fue como a los 5 años, después que salió el disco. Algunos amigos me enseñaban algunos periódicos, donde hablaba de esas tales mujeres. A mí, mientras estuvimos en Barrancas, nunca me habló de esas charadas- rectifica Juancho. Hace una pausa y continúa.
–Choperena, parece que no se había bajado del bus en Bogotá,- dice Juancho, mientras su rostro parece iluminarse, cuando ya estaba diciendo que fue él, quien diseñó, confeccionó, tiñó, lavó, planchó y exhibió la Pollera.
-Al principio lo tomé como un malentendido-dice Juancho. Otras veces pensé que eran chismes de farándula. Pero después que yo mismo esos cuentos, varias veces los escuché por la radio, los leí por la prensa y los vi por televisión en boca de su protagonista, entonces, ya empecé a pensar otra cosa.
Lejos de expresarse con rencor o tildar a Choperena de bellaco, por el contrario, sus palabras hacia él siempre estuvieron cargadas de cariño, aprecio y consideración. Estaba convencido, conociendo a Choperena como lo conocía, que este fue otra victima más de esos inescrupulosos tramoyeros, que un día le envenenaron la mente para buscar prebendas fáciles. Por eso, más bien por él manifestó que, sentía lástima y compasión.
Una voz que se va para la capital en busca de aspiraciones y un clarinete que se va para la provincia buscando esparcimiento, como sucedió con estos dos baluartes de la música; la ventaja de cara a la aceptación popular, la tiene a quien le ofrezcan las suficientes oportunidades para desparramar las intenciones. Choperena lo tuvo por partida doble: primero, su voz, que como cantante del éxito de la cumbia, la utilizó no solo para deleitar a su público sino como arma de convicción y, segundo, la fragilidad de algunos medios de comunicación que le sirvieron de apoyo para soslayarse en esos insanos propósitos
Lo que más incomodó a Juancho, fue que siempre eludió su acercamiento y nunca se retractó de esas apetencias sin fundamentos.
Cuando se enteró de su muerte, quedó sumido por un par de horas, en un manto de tristeza. Por intermedio de su hija Luz Amparo, buscó la manera de extender a los familiares y amigos de Choperena, sus sentidas condolencias.
-¡Que vaina tan buena, por qué dejaron ese vino para última hora!- dijo el técnico de sonido de los estudios de grabación del sello Tropical, cuando Wilson Choperena, en medio de un ensayo improvisado, cantó la primera estrofa de la pollera colorá, como alternativa, al no convencer a este una cumbia de Pedro, que había descartado por no sentirla con fuerza en la parte comercial.
Pedro Salcedo, aprovechando una gira con su orquesta por la ciudad de Valledupar, llegó a Barranquilla a grabar cinco temas de su autoría, que ya tenía palabreado con el propietario de la disquera Tropical, Emilio Fortoul.
-Por qué no probamos con el numerito mío- le dijo en tono de remiendo, Juancho a Pedro. Pedro se quedó callado, miró al resto de músicos, pero las expresiones de sus rostros fueron una contundente aprobación.
Los que vamos mas allá de los subterfugios banales o sentimientos incómodos, creemos que a Pedro no era que nó le gustara la cumbia de Juancho, como siempre se ha rumorado. Yo creo que le gustaba, y demasiado. Sino que los celos profesionales, sobretodo, los que tienen que ver con las artes, suelen disfrazarse de zancadilla y afloran en los momentos en que un futuro éxito muestra su rostro. Incluso, Juancho, a través de los años presiente que así fue, a pesar de que siempre catalogó y admiró a Pedro como el músico más completo con quien le tocó trabajar, y, mejor todavía, como excelente persona.
En lo único que vimos vacilar a Juancho fue, el día que escuchó por primera vez en la radio, la Pollera Colorá .Pero sí precisa que fue en un negocito de esos, a orilla de una de las carreteras de Santander cuando el bus en que iba hizo una parada obligada. Tenían una estación de radio encendida. Se hizo lo más cerca del aparato y quedó petrificado. Le dio la sensación por unos segundos como si lo hubiesen alzado por los aires. El pecho lo sintió alborozado. Y lo peor, ese sonido mágico, electrizante y seductor que salía del clarinete, no parecía que lo hubiese echo él, sino Dios. Ese día presintió que algo grande iba acontecer por causa de la cumbia. Esos temores aumentaron unos seis meses más tarde cuando fue a Barranquilla a cobrar sus primeras regalías al sello Tropical, y el pago con que le salieron fue de 13 mil pesos para dividirlo con Choperena.
En los últimos años, cada vez que alguno de esos periodistas impulsivos le pregunta, que de quien definitivamente es la pollera, sin ruborizarse, no titubea para responder: “Esa canción es de Dios; y Choperana y yo fuimos las criaturas elegidas por él, para darla a conocer al mundo”
Cuando la Pollera Colorá extendió sus pliegues, y sonaba hasta en la licuadora, como dijo alguien por ahí, Pedro recomendó a Juancho y a Choperena para que se pusieran de acuerdo y autenticaran lo mas pronto posible en la Notaría Primera de Barrancabermeja la melodía y la letra de la cumbia. No quería que les pasara, lo que pasó con el éxito de una colega de la Pollera: La Cumbia Cienaguera. Grabada una década atrás, y para ese entonces, todavía no se había puesto de acuerdo la justicia para dirimir un pleito en el cual una trilogía de potenciales dueños reclamaba para sí, su cuota. Como caso paradójico, el gran favorecido de aquel conflicto legal, sin dudas, fue Luis Enrique Martínez, quien saltó a la fama grabando una Cumbia, cuando en realidad, él era un vallenato raizal, que además, pertenecía al grupo de los más fieles representantes del imperio de Francisco el Hombre. Un Juzgado de Ciénaga-Magdalena-, se pronunció de manera salomónica para zanjar las diferencias, dándole al “Pollo Vallenato”, los créditos como intérprete- arreglista, a Estaban Montaño, como autor de la letra y a Andrés Paz Barros, como compositor de la melodía.
-Repítanle la dosis de tinto a estos pelaos-dice Juancho a su mujer.
Bien lejos se escucha una canción de Silvestre Dangond.
Yo aprovecho para pararme un instante y mirar algunas fotografías, galardones y condecoraciones colgadas en la pared. En esa tregua, Luz Amparo me trae un álbum con una pila de recortes de periódicos y revistas. Me llama la atención una información con su respectiva foto, donde Juancho está recibiendo el título de bachiller Honoris Causa por parte de la Institución Educativa Antonia Santos de Sincé. Le digo:
-Juancho, no me habías contado que ya eres bachiller-, y de los rezagados-respondió. Precisamente, el día que llegó a mi casa una comisión del colegio para ese evento, les dije, yo voy, pero con una condición:- que no me vayan a pasar al pizarrón.
Esa puntiaguda salida me hizo acordar el día del acto de la donación en la Casa de la Cultura, cuando un acelerado personaje le preguntó que si fuera alcalde de Sincé, que sería lo primero que haría.
-Mandar a limpiar bien el cementerio- , contestó sin pensarlo. Porque un “pelao” que se rebuscaba con su clarinete va “jilao” para allá.
Un penetrante olor a sancocho que alborota hasta el más terco de los apetitos, también es una alerta para saber que hemos consumido el tiempo suficiente como para ir buscando una vía de escape. Nos han invitado, sin embargo, a que nos quedáramos almorzar, pero no queremos estropear planes domésticos. Inventamos un supuesto compromiso y damos por concluida la tertulia, con los consabidos agradecimientos. Juancho nos acompaña hasta la puerta.
-Bueno muchachos, no se pierdan y que Dios me los bendiga-dijo en medio de su permanente sonrisa.
-Y si ven por ahí un tarrito de colorante rojo, me lo traen. Nos agarra desprevenido sus palabras y le preguntamos, para qué.
-Para teñir la pollera que me la regresaron luyida y de morada.
La bumanguesa, que canta y toca el acordeón, empezó su carrera a los 12 años de la mano de Los Niños del Vallenato. Su primer disco está nominado a los Grammy Latino y compite por el gramófono que se entregará el 15 de noviembre.
Diana Burco ya tiene su historia en el vallenato. Deseada. Es la primera mujer nominada a los Grammy Latino, en la categoría Vallenato / Cumbia, compitiendo con artistas como Juan Piña, Jean Carlos Centeno, Alberto Barros y Silvestre Dangond.
Este año debutó en las grabaciones con un álbum que lleva su mismo nombre. Grabó ocho canciones de su autoría y una más de Freddy Molina, el clásico ‘Los novios’. En 2016 ganó el Festival Vallenato de mujeres, Evafe, en la categoría de Canción Inédita con ‘Viejo amor del Valle’, que le dará vida cinematográfica en los próximos días. De sus proyectos, de cómo fue la grabación del compacto, la manera de llegar al vallenato y otros temas habló durante su visita a EL PILÓN.
¿Qué la llevó a grabar este álbum, nominado además a los Grammy Latino?
Como mujer en el vallenato vi la necesidad de grabar algo que fuera mío. Pienso que este movimiento está creciendo, pero es importante que comiencen a ver estas composiciones de nosotras, eso me motivó para hacer el álbum y me tomé unos tres años, con toda la paciencia para encontrar mi identidad musical, básicamente mi propio sonido, mi propia manera de ver la música y lo sacamos en febrero.
¿Cuál es su estilo?
En el álbum hay de todo. ‘Viejo amor del Valle’ es muy tradicional, pero hay cumbia, porro, tratando de llevarlos a nuevos sonidos. Podemos llamarlo un vallenato basado en las raíces, con los sonidos que pide el mundo, música del mundo.
¿Cómo una bumanguesa quiso aportarle al vallenato y no a otro género?
Yo crecí viendo este instrumento. Lo que más me cautiva es el acordeón, mi papá siempre escuchó a Alfredo Gutiérrez y Diomedes Díaz. Cuando estaba niña tocaba violín, no me convencía y busqué un instrumento más colombiano, me encontré así el acordeón. Es un instrumento que respiras con él y me llenaba muchísimo. Cuando llegué a Valledupar me convenzo porque encontré música viva, con una ciudad donde todas las personas ven esta música.
Cantar, tocar y componer en las nuevas generaciones no se ve, es una figura que se ha perdido con los años y me atrae un montón, porque ahí es donde se completa todo: el porqué y para qué se hace la música.
¿Cómo aprendiste a tocar el acordeón?
Estaba en Bucaramanga, me acerqué seis meses con un profesor y no encontraba las bases, fue cuando vine a Valledupar a la Academia de ‘El Turco’ Gil, entonces dije que esas eran las raíces. Comencé a apropiarme al principio de todo y eso fue muy importante para mí.
¿Cuando se hable de Diana Burco cómo te gustaría que te referenciaran? ¿En qué ramificación del vallenato te gustaría estar?
(Piensa). Está muy claro que vengo del vallenato, me he apropiado y he valorado la herencia musical que nos han dejado, pero que la estoy llevando para que más oídos se contagien de ella.
Las mujeres piden un espacio en el vallenato pero no tienen una canción éxito en la actualidad. Ni en la radio, ni en las redes. ¿Cómo lograrlo?
Con ‘Viejo amor del Valle’ estamos buscándolo. Con eso del éxito es que tenemos que sacar más música, no basta con una canción, es sacar lo que escribimos y ahí está mi llamado, que comiencen a componer. Vamos a expresar lo que nosotras somos, porque suele pasar a veces que buscan a otros compositores y siguen siendo hombres cantándoles a mujeres, ahí el llamado es que el camino comenzará a marcarse como hizo Rita Fernández, quien también ha sido mi maestra, y empiezas a hacer un legado de lo que tú eres. ¿Cómo te van a identificar si no tienes tú música?
Primera mujer nominada al Grammy por el Vallenato / Cumbia. ¿Qué significa eso?
Yo inscribí el álbum como un deber, pero muy consciente de que era mi primer disco, independiente, esas dos cosas me pusieron a tambalear de qué tanto la Academia lo iba a escuchar o no. Esto es una prueba de que en los Grammy la música es lo que vale.
De origen guajiro, Raúl Torres nace un 24 de Enero de 1968 en Fonseca, tierra de una gran cultura musical, aunque desde niño fue criado en Valledupar, cada día aprendiendo y valorando más el folclor vallenato.
A los quince años se inicia como guitarrista formando parte de importantes agrupaciones al lado de grandes del folclor vallenato como Miguel Herrera, Fabián Corrales, Marcos Díaz y Hernando Marín.
Se le presenta la oportunidad de ser segunda voz del maestro Silvio Brito con quien tuvo el honor de estar, con Rafael Santos y en los inicios de Martin Elías, experiencias que le han permitido al peke Torres su crecimiento a nivel musical, su última etapa como corista fue al lado de Diomedes Díaz.
En el año 2005 con paso firme emprendió su proyecto como solista dando inicio a su primera producción “Estoy enamorado” con dos canciones de su autoría. Hasta la actualidad ha grabado cuatro producciones y se encuentra finalizando la quinta producción.
Esta nueva producción es de vallenato clásico, está en tres formatos como algo innovador el Peke torres ha sido el único en el folclor que se atrevió a cambiar el acordeón por el saxo sin perder la candencia del vallenato, así mismo también forma parte de esta producción el vallenato con Guitarra y el tradicional con acordeón.
De su nuevo trabajo musical viene promocionando con gran aceptación la canción “Eres lo que más quiero” de la autoría de la joven Daniela Guerra, un tema con gran contenido romántico que expresa el sentimiento por la persona amada y a la vez nos transmite un vallenato para dedicar, un vallenato para enamorar.
Definitivamente el Peke Torres representa un artista integral por la gran versatilidad para tocar guitarra, componer y cantar además de ser productor musical de gran reconocimiento en la ciudad de Valledupar.
Existe gran preocupación por la falta de romanticismo en los vallenatos de la actualidad, de lo cual hace referencia: “Los cantantes deben exigirle a los compositores canciones con letra, que no se pierda la poesía dentro del folclor vallenato”
Nos hace referencia que el vallenato está evolucionando pero no debemos perder el romanticismo por solo pensar en lo comercial: “Si queremos preservar nuestra música debemos actuar en conjunto todos los cantantes, acordeoneros, compositores y locutores que son los que difunden nuestro folclor”.
Para finalizar le dejamos las redes sociales y contactos del artista Raúl “el peke” Torres:
Facebook: El Peke Torres Instagram: peketorres24 Contactos: 3002361456-3157571838-3126803333
Puedes conocer más de Raúl “El Peke” Torres en la entrevista del programa “Conversando con…
Desde la hermosa “Ciudad de la eterna primavera” Medellín, Departamento de Antioquia, donde la cultura del paisa es arraigada a sus valores morales y espirituales, dónde se recibe una gran dosis de respeto formando parte de su día a día el trabajo digno y la humildad de corazón.
Así nos toca presentar a Camilo Montoya, nació en Medellín un 16 de octubre de 1980. Desde niño aprendió a amar un folclor diferente al que se escuchaba en su región, la música vallenata que servía de deleite en sus horas nocturnas de descanso junto a su tío quien en su radio sintonizaba un programa en una emisora local.
Haciendo memoria Camilo recuerda que la primera canción fue una composición de José Alfonso “El Chiche” Maestre llamada “A una sirena” interpretada por el Dúo Sensacional Carlos y Guido Malo, así comienza su preferencia musical por este género de la Costa Caribe Colombiana.
A la edad de catorce años, conoce al cantante Ely Osorio de quien recibe su apoyo y orientación, así mismo se le ofrece la oportunidad de conocer a Jesús Manuel Estrada (Q.E.P.D.) ambos fueron pilar fundamental en el inicio de su carrera musical.
Lo invitan a formar parte de una agrupación juvenil llamada “Futuro Vallenato”, con quienes adquiere su primera experiencia, luego hace parte de otra agrupación llamada “Los panas del vallenato”, continúa escalando posiciones en el ámbito musical hasta formar parte como vocalista líder de la agrupación “Los internacionales del vallenato” con esta agrupación ingresa al mercado internacional, visitando en dos ocasiones Ecuador.
En su camino constante por la música, Camilo Montoya conoce a Jimmy Sosa, ex vocalista de “Los Inquietos del Vallenato” quien le ha brindado su apoyo y le da la oportunidad de mostrarse en diferentes escenarios en el interior de Colombia.
El vallenato ha representado para Camilo su gran pasión, no solamente para Cantarlo sino también en la composición, es por ello que Camilo Montoya decide hacer su agrupación como solista y emprender su carrera musical de la mano de su actual manager y representante Humberto Castellón quien lo bautizó como “La Voz sin fronteras” por ser paisa y con su música entrar a la Costa y sonar a nivel internacional este género que le ha permitido viajar a países como Ecuador, Venezuela y parte de Europa.
Ser paisa no representa ningún límite para Camilo, un joven que lucha para alcanzar sus sueños, caracterizado por ser muy emprendedor, quien cada día encuentra un motivo para salir adelante siendo su mayor pasión cantar vallenato.
“Me veo en grandes escenarios alternando con artistas que siempre he admirado como “Los Diablitos, Gigantes, Binomio, Silvestre; Peter” no solo a nivel nacional sino también internacional”
Su mayor deseo es poder llevar la música vallenata a todos los rincones del mundo a donde se ha extendido este maravilloso folclor como México, España y a países como Italia donde a pesar que no se habla en el mismo idioma gustan de la música vallenata.
Durante su permanencia en España pudo grabar una producción con el respaldo de un empresario que vivía allá, esta producción llevó por título “Un sueño hecho realidad, donde se destacó una canción llamada “Vivir sin ti”, canción que los llevó a darse a conocer en Europa y Ecuador.
Actualmente Camilo Montoya, se encuentra posicionando tres canciones “Amor prohibido”, “Te amo y tú me amas” e “Invierno sin ti” .Siente un gran orgullo de poder interpretar el vallenato y agradece el gran apoyo que le han brindado artistas de gran reconocimiento en el folclor y a los locutores que difunden a través de la radio sus canciones.
“El vallenato no es solamente de la Costa, el vallenato es Mundial”. Este amor por el folclor es la mayor fuerza para continuar adelante con cada una de sus metas.
Cuando en 1980 le publicaron su primera historia en el diario El Espectador, titulada ‘Que no muera la tambora’, la cual fue ganadora en un concurso convocado por la misma casa editorial, se dio cuenta que su vida estaba ligada a las letras y a la magia macondiana que respiraba en su pueblo natal Chimichagua, a orillas de la ciénaga de Zapatosa.
Juan Rincón Vanegas tuvo que aparecer con un seudónimo en el concurso ‘Espectadores 2000’, con nombre de mujer, para poder entrar al mundo del periodismo. Después de esa primera aparición en el diario capitalino, comenzó el largo camino que ha recorrido durante 38 años en diferentes medios de comunicación y en el trabajo que ha desarrollado en más de una década en la oficina de prensa de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, donde se mueve como pez en el agua.
‘Juancho’, como todos le dicen, no fue a la universidad, pero su pasión por el periodismo escrito lo han llevado a las páginas de medios nacionales y regionales. Su facilidad para escribir una crónica, aun del hecho más simple para otros, es una de sus fortalezas, quizás por eso no se acomodaba cuando en las salas de redacción por donde pasó le asignaban otras fuentes.
Es hijo de Oscar Emilio Rincón Márquez, de Convención, Norte de Santander, y Evelia María Vanegas Palomino, Chimichagua, Cesar. Criado por su abuela María Leona Palomino Méndez. Es padre de 10 hijos y abuelo de 12 nietos. Su cabeza es un baúl de historias, datos y anécdotas, que parece que no caben en su cuerpo delgado, parecido a don Quijote. Este es Juan Rincón, el cronista.
Desde hace 12 años, Juan Rincón Vanegas oficia como Jefe de Prensa de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, donde con su estilo informa de todo lo que gira alrededor de esta bella música. Foto Jaider Santana
Usted es conocido como el periodista de las crónicas. ¿Qué lo inspira?
Siempre las historias me han llamado la atención, pero tienen que cautivarme porque de lo contrario conmigo no se ganan ni una letra. Todo viene porque mi abuela María Leona Palomino Méndez, toda una leona, me enseñó a leer en la Biblia. Me cautivaron las historias y pienso que nadie le hizo una crónica a Lázaro cuando resucitó. Tantas cosas que tenía por contar, o cuando se abrió el mar rojo provocando la huida de los israelitas de Egipto. La multiplicación de los panes y los peces. A propósito de eso Javier Fernández Maestre, me bautizó como “Juan Rincrónica”.
¿Por qué su énfasis es el folclor vallenato, casi todas las historias escritas por usted, tienen relación con el vallenato?
El vallenato se quedó para siempre en mi alma por sus historias que son crónicas cantadas. Durante 38 años me he paseado escribiendo sobre ese tema, claro sin despegarme de esas historias pueblerinas que se asoman a la vera del camino como el paisano Daniel Palmera que tiene 67 años y se cree un santo. No ha tenido tocamiento con ninguna mujer, y ante la cercanía del fin del mundo dice que Dios le pondrá en la ciénaga de Zapatosa, el arca de Noé para que suba a los buenos.
¿En su paso por los medios no cubrió otras fuentes, judiciales o política, por ejemplo?
Sí. Me desempeñé en varias. Vine desde Chimichagua a cubrir la fuente política en El Diario del Caribe. También en El Diario Vallenato, La Revista Rumbera y EL PILÓN, donde escribía de todos los temas. Claro que me escapaba a buscar mis crónicas que nunca me han faltado. Antes, había escrito en El Tiempo, El Espectador y Vanguardia Liberal.
En EL PILÓN lo hemos bautizado el biógrafo de ‘La Cacica’, ¿qué tanto la conoció?
Estuve muy cerca de ella conociendo su trabajo a favor del folclor vallenato, su rectitud y disciplina. La sigo admirando y no me canso de escribir crónicas sobre su vida y su obra. Ella me dejó escrito en una libreta el epitafio que está en su tumba. Al momento de saber de su muerte prometí escribirle crónicas y ya llevo 36. Y las que faltan con el favor de Dios. Precisamente, la más reciente es ‘La eterna máquina de escribir de Consuelo Araujonoguera’, con motivo del Día del Periodista.
¿Qué le enseñó Consuelo Araujo Noguera en el ámbito periodístico?
Muchas cosas, pero todo está resumido en la frase que me regaló: “Los que triunfan son personas ordinarias con una determinación extraordinaria”. Es mi carta de navegación en el periodismo y en mi vida personal.
Usted es un romántico empedernido y a punta de frases bonitas conquistó a muchas mujeres, no ha pensado ¿escribir poesía?
Las mujeres son el encanto de la vida y el perfume del corazón. Ellas adornan hasta el pensamiento para que las palabras broten alegres. Sin ellas estaríamos condenados a morir sin soñar despiertos. Voy a la respuesta. Tengo una buena cantidad de poemas que se han quedado escondidos en el campo del sentimiento.
Juan Rincón Vanegas tiene 10 hijos, y 12 nietos, cómo hizo para criarlos y educarlos. ¿A punta de letras?
Sí. Cada tiempo tiene su momento y Dios me regaló esos hijos y esos nietos que son el sentido de mi vida, la fortaleza de mi alma y la crónica que nunca dejó de escribir porque aparecen sonrisas, miles de muchas gracias y esos abrazos que vienen arropados con lágrimas de felicidad.
¿Por qué dejó las salas de redacción, hace tiempo que no hace trabajo con ningún medio de comunicación?
Hace 12 años, estando trabajando en EL PILÓN, se me hizo el llamado para asumir una gran responsabilidad en el Festival de la Leyenda Vallenata y meterme de lleno entre acordeones, cajas, guacharacas, versos y cantos. En la jefatura de prensa he tenido el respaldo del presidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, Rodolfo Molina Araújo, de todos los miembros de la entidad y de mis colegas. Vivo muy agradecido de todos.
El Rey Infantil 2017, José Alejandro Aldana Vergara, demostrando la manera como se interpreta el acordeón. Foto Edgar Silvera
Hoy trabaja en la Fundación FLV ¿es su sueño cumplido? o tiene más sueños por cumplir?
Cuando Consuelo Araujonoguera y mi comadre Lolita Acosta me invitaron a colaborar en la oficina de prensa, estaba de periodista de El Diario Vallenato, lo hice porque me gustaba el vallenato y quería estar muy cerca de los grandes protagonistas del Festival. En el 2006 me ofrecieron el cargo de titular y se cumplió ese sueño de mi vieja Evelia María Vanegas, quien una mañana en su lecho de enferma me dijo que Dios me tenía para cosas grandes. Lástima que ella ni mi abuela, mis heroínas, no me vieron sonreír con ese triunfo, al que se le añaden cinco premios de Periodismo Sirena Vallenata y de la Universidad Autónoma del Caribe. Ellas partieron de la vida, pero desde el cielo sé que me aplauden.
Sus crónicas las hemos publicado siempre en EL PILÓN, pero esas mismas las manda a muchos medios, ¿quiénes le publican?
Me publican una cantidad de medios de comunicación de Colombia y el exterior que sería largo enumerar. Con todos los colegas estoy agradecido porque se encargan de difundir esas noticias y bellas historias del folclor vallenato que hago con mucho amor. Gracias al diario EL PILÓN que siempre confió en mi talento.
¿Cuál es la crónica de su vida?
Una que nunca he publicado y cuyos apartes son los siguientes: “Siempre supe que el alma de mi mamá nació antes, para amarme como lo hizo. Su manera de ser, caminaba a su lado y se notaba a leguas. Era la reina del trabajo cuando se sentaba por horas en su máquina de coser para que los pedazos de tela se unieran a través del hilo. Hacía colchas de retazos. Todavía retumba en mis oídos el sonido de aquella máquina donde mi vieja cosió mi futuro. Las lágrimas hoy son el premio a esa mujer que supo que un hijo es el mayor regalo de Dios”.
¿Cuál le falta por escribir?
En unas libretas tengo una cantidad de pedazos de historias por escribir y que van saliendo poco a poco. Incluso, hasta escribí mi epitafio para cuando llegue la hora de la partida, una realidad porque nadie nació para semilla. “Mi vida fue una crónica que dejé escrita en el alma de Chimichagua”…