La música del Pacífico colombiano se tomará Viña del Mar

Por: Por: Lucy Lorena Libreros. El Pacífico colombiano hace historia: por primera vez un grupo folclórico de esta región del país, Herencia de Timbiquí, llega con sus sonidos a la Quinta de Vergara, al Festival Viña del Mar, uno de los máximos escenarios de la música latinoamericana. Esta es la historia de un grupo de muchachos que lograron urbanizar el sonido de la selva.

Enrique Riascos marca la clave con los tacos de su marimba. Es la sexta vez que arranca de nuevo el estribillo en este estudio de grabación, escondido en una casa grande, de dos plantas, del barrio Vipasa: “Amanecé, noche amanecé. Que ya tengo frío, noche amanecé”… Es una suerte de llamado para William Angulo, muchacho de voz espesa y poderosa que canta en cada nueva oportunidad como si la escena ocurriera sobre una gran tarima: ojos cerrados, mano empuñando el micrófono.

Aquí nada puede salir mal: esa canción que se repite una y otra vez, ‘Amanecé’, está obligada a sonar diáfana en pocos días sobre la Quinta de Vergara, a miles de kilómetros de distancia, allá en el Festival Viña del Mar.

Es que estos muchachos que cantan y tocan ahora pronto tomarán un avión rumbo a Chile. Estos muchachos se hacen llamar Herencia de Timbiquí y desde hace una década beben con buena entraña del folclor del pacífico colombiano para hacer su música. Estos muchachos cantan esta tarde de jueves porque quieren hacer historia: por primera vez los aires de la marimba, el cununo y el guasá colombianos se escucharán en uno de los certámenes más importantes de la música latinoamericana.

Será por eso mismo, intuyo, que Begner Vásquez, su líder y creador, sonríe siempre. Después de dos años consecutivos de hacer la tarea juiciosa —componer una canción y hacerle los arreglos musicales— un correo electrónico le informó en octubre pasado, por fin, que ‘Amanecé’ competiría este 2013 en la categoría folclórica del Festival Viña del Mar, junto a grupos de Argentina, Bolivia, Honduras, Chile y Perú.

Es la primera vez —sonríe de nuevo Begner, vestido de pantalón amarillo y camiseta morada— que la música del litoral pacífico nuestro se escuchará en un espacio por el que han pasado ya luminarias como Norah Jones, Miguel Bosé, Rafael, Rocío Jurado, Camilo Sesto, Juanes, Luis Miguel, Shakira.
Por eso es que aquí —se entiende pronto— nada puede salir mal. Por eso es que mientras William Canta, Pablo Mancilla castiga con maestría el cuero de sus cununos, Enrique agita las ‘teclas’ de su marimba y Begner agita acompasado las semillas del guasá.

En Timbiquí todo es música

Antes de que esta escena comenzara, Begner me había contado que el grupo nació en el 2000. Y en esa época, de las ciudades cercanas a Timbiquí llegaba el eco pegajoso de ritmos como el regaetón y la salsa. Pero ellos querían hacer “la música nuestra, la que cantan nuestros tíos y abuelos”. Y eso sucedió, claro, en ese pueblo pequeño y amable de la costa caucana, bañado por el río y por el mar.

Un pueblo donde, dice el joven cantante y compositor, “desde que el río raya la aurora todo es música”.

Quienes conocen Timbiquí saben que no miente: allá, sus mujeres cantan mientras lavan sus ropas en el río, mientras preparan el toyo a fuego alegre, mientras hacen dormir a sus bebés o acompañan a las comadres tristes que velan a sus difuntos. Nada de raro, pues, que también los chicos canten mientras caminan rumbo al parque o a la escuela. Y que los señores entonen estribillos de pasillos, jugas y bambucos viejos mientras desparraman fichas de dominó sobre una mesa o arrancan del suelo las cosechas de pan coger.

Allá, en ese pueblo distante de Cali 45 minutos en avión, todos le cantan en diciembre a Santa Bárbara, la santa patrona. Es el ‘súmun’ de la fiesta timbiquireña: durante esos días cada barrio organiza su banda marcial y niños de todas las edades, junto a las cantaoras, hacen sonar por el pueblo sus cajas redoblantes, sus liras y sus flautas traversas. Eso pasa mientras la Virgen se pasea en barca por las aguas del río Timbiquí y, desde las orillas, los habitantes entonan alabaos.

Cantar, pues, es tan natural y cotidiano como comer y dormir. Eso me asegura desde Timbiquí Ana Deissy Hernández, una docente y cantadora. Cada casa tiene su músico, cuenta. Y hay familias que no han construido su tradición y prestigio con dinero, como suele suceder, sino con su maestría como lutieres, compositores y, obvio, como cantantes.

Ese legado fue el que abrevaron los muchachos de Herencia de Timbiquí. “Esa ha sido la base de nuestra música y de nuestras letras; pero desde el comienzo tuvimos claro también que queríamos hacer una búsqueda que nos llevara por otras sonoridades. Al radicarnos en Cali ese sonido se fue consolidando. Ahora lo que hacemos es World Music”, resalta Cristian Salgado, quien se encarga del teclado y es el productor musical de la agrupación.

Entonces, cualquiera que escuche de forma desprevenida una canción de esta agrupación tropezará con sonidos que tienen algo de jazz, de reggae, de salsa, de funk, también de rock. Una apuesta arriesgada, que aún hiere el corazón de ciertos puristas del folclor, pero que, no nos digamos mentiras, suena deliciosa: marimba de chonta con piano; cununos con saxo tenor; bombo con trompeta. Es como urbanizar el sonido de la selva.

El periodista y crítico musical Juan Carlos Garay aplaude que sea eso lo que le esté ocurriendo a la música del Pacífico. Después de interiorizar los sonidos de su tierra grupos como Herencia los están enriqueciendo, piensa Garay. “Y es la única vía que tiene esta música para hacerse comercial, porque a pesar de que el Festival Petronio Álvarez lleva muchos años, la sonoridad de nuestro Pacífico, a diferencia de la Costa Caribe, que siempre ha tenido mucha difusión, sigue siendo tremendamente desconocida no solo para Colombia, sino para el mundo”.

Es un camino que ya habían comenzado a transitar agrupaciones como Bahía, Saboreo y Peregoyo con su combo Vacaná. Estaba claro que el folclor es raíz y alfabeto en la vida de los pueblos del Pacífico. Pero grupos como estos entendieron que, para asegurar la supervivencia de su música, era necesario proyectarla, darla a conocer más allá de Cali y el Petronio Álvarez.

“Sin duda, Herencia está influenciada por ellos”, reconoce Begner, mientras el ensayo continúa. Y reconoce que fue en 2006, al quedarse con el primer lugar del Petronio en la Categoría Libre, “que sentimos que habíamos encontrado ese sonido particular que tanto llevábamos buscando. Queríamos hacer fusión y desde entonces eso es lo que hemos explorado”.

Termina de hablar y Cristian hace caer en cuenta a los músicos de que el remate de la canción que quieren llevar a Viña no suena del todo bien. Es necesario afinar. “La cosa está en tu repique, Pablo”, le grita desde una esquina al intérprete de los cununos. Segundos después, veo al hombre esforzarse por sacar un mejor golpe. Un golpe que no deje dudas. De nuevo el coro: “Amanecé, noche amanecé”.

En esas se la ha pasado Herencia en los últimos meses porque el festival chileno les exigió un formato en el que nunca habían tocado: debían reducir su agrupación de once músicos a solo cinco. Por eso, repiten, es aquí, en este estudio de grabación, nada puede salir mal.

El Pacífico hace historia

Que una agrupación del Pacífico colombiano se escuche por primera vez en un festival como Viña del Mar tiene celebrando a todos los músicos de esta región del país. Lo dice Gina Moreno, quien trabaja con el proyecto Industrias Culturales de Cali y ha visto crecer a Begner y sus muchachos en su sueño de proyectar al mundo los sonidos de la marimba.

Sobran los motivos: “Esto es, de alguna forma —reflexiona ella— un reconocimiento a las expresiones musicales del Pacífico sur. Una manera de reconocer que Colombia puede ofrecer géneros muy distintos pero igual de ricos y valiosos por la historia que guardan detrás, a la cumbia y el vallenato, con los que siempre han querido vender al país en el exterior”.

Es la misma satisfacción que se le escucha a Esteban Copete, músico, productor, compositor y nieto de Petronio Álvarez. “Muchos jóvenes de nuestra región se han dedicado a hacer una música distinta a la de nuestros abuelos. Los muchachos de ‘Herencia’ están demostrando que en los sonidos del Pacífico también hay grandes posibilidades de hacer buena música, de preservar el legado y de contarle al mundo cómo viven nuestros pueblos a través de las canciones”.

Begner lo siente cada vez que lleva al papel una composición. Y es la razón por la que en una canción suya se pueden escuchar versos poderosos y de denuncia, acompasados por una marimba: …“Se pusieron a talar todo el bosque, para un producto nuevo sembrar, se olvidaron de plantar papa china, chontaduro, yuca y la pepa e’ pan. Y trajeron desde otros lugares, pa’ que nos vinieran a asesorar, en lugar de coco se cosecha coca y en lugar de amores hay enemistad”…

La canción se llama ‘Coco por coca’. En Timbiquí no la vieron con buenos ojos y a Begner lo recriminaron “porque muchos allá viven de eso. Pero, ¿cómo callar? ¿Cómo no contarle al mundo que en Timbiquí la droga es un negocio que enriquece a unos pocos a costa de mis vecinos? ¿Cómo no contar que en Timbiquí la gente no tiene derecho a enfermarse de gravedad porque nuestro hospital es Nivel 1? ¿Que los extranjeros llegan por uranio, pero se nos llevan el oro? ¿Por qué callar?”.

Eso, el poder de sus letras, es lo que Gina Moreno considera una de las grandes fortalezas de Herencia. “Es música con mensaje, con propósito, con sentido social. Su talento no solo consiste en prender una rumba a ritmo de chirimía, rumba o levanta e’ polvo. Sus canciones tienen mirada crítica, pero a la vez constructiva de la realidad de nuestros pueblos. Lo sientes cuando escuchas canciones perfectamente comerciales como ‘Y qué’, ‘Que de malo’, ‘Pacífico’ y ‘Te invito’”.

Ese mérito ya llegó hasta Canadá, Estados Unidos, Suiza y España, en 2010. Ese año el grupo se presentó en el Montreux Jazz Festival, en la Programación de Verano de Zurich y en la Sala Underground de Barcelona.

“En Suiza creían que éramos africanos. Y se sorprendían de que en Colombia hubiera negros. Estando allá te das cuenta de que la música, independientemente de su origen, es universal. Yo vi a un señor que durante la primera canción de uno de nuestros conciertos se sostenía con muletas. A la cuarta, quién sabe donde las había dejado: era como si la música nuestra lo hubiera sanado”.

Con esa expectativa Begner y sus muchachos viajaron desde ayer a Viña del Mar. Sus presentaciones serán los días 24 y 26 de febrero, pero esperan llegar a la final, que es el 28. Para los que aman la música del Pacífico ya la hazaña está lograda: Herencia de Timbiquí está haciendo historia, señores

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