Al campesino Inocencio Flores
El tamaño de mis sueños,
un mapa errante de angostas fronteras.
El futuro no era un lugar en la memoria.
Antes de nacer, mis hijos en sus pies
tenían la sombra de mis huellas.
Mis jornadas eran extensas,
claudicantes al imperio del reloj,
y el sustento de la escritura
pan ausente en nuestra mesa.
Mis manos, tenazas flexibles
en rítmica destreza
para rebosar el balde
en espumas de ubres.
Abrí agrestes caminos,
esquivando zarzas y animales
que defienden su morada;
allí, el viento atrapado en el bosque
lo transformé en brisas de maizales.
Le enseñé a los potros
el abecedario del camino
y vigilante acompañé
al jinete de mi sombra.
Jamás un titubeo fatigó
el trajín de mi caballo.
El miedo nunca fue
alguacil de mis sudores.
Mi arma hechiza, agujero
mortal en la piel del felino.
No era mi faena el rito a la muerte,
era la humilde protección a mis corderos
de las garras sigilosas del felino.
El amarillo acezante horizontal
en la pradera, es sólo
una imagen lejana en la memoria.
Fui guardián incansable de la vida.


BLOG DEL AUTOR: JOSÉ ATUESTA MINDIOLA
Gracias profe por recordar a mi abuelito que tanto quise y sigo queriendo que Dios lo siga bendiciendo un abrazote
Me gustaMe gusta