Ramón Díaz Royero nace en Chiriguaná el 9 de febrero de 1940. Sus padres, Joaquín Royero Paba y Altagracia Díaz Cuadro. En su pueblo natal cursa estudios de primaria en el ‘Instituto Caldas’ del maestro Juan Mejía Gómez, un alumno aventajado del padre Rafael Vega, quien a principio del siglo XX crea el primer colegio en Chiriguaná. Estos dos ilustres maestros abrieron senderos luminosos para el fortalecimiento de la educación.♦
Ramón inicia estudios secundarios en el Colegio Nacional de El Banco, y en la Escuela de Artes y Oficios de Valledupar concluye el ciclo básico de bachillerato en 1957. En 1958 continúa en el Técnico Industrial Pascual Bravo de Medellín y se gradúa de Bachiller Técnico en 1960.
Su experiencia docente la inicia en 1961, en la Escuela Industrial de Santa Marta; al año siguiente es trasladado a la Escuela Industrial de Barichara, municipio del departamento de Santander. En ese hermoso municipio, declarado patrimonio cultural del país, conoce a Alcira Corzo Bautista, mujer elegante, distinguida docente, de palabra sonora y mirada inteligente, y su presencia hace florecer los colores del amor en el alma del joven profesor Ramón, y pronto reciben la sagrada bendición de matrimonio.
La nostalgia por la tierra vallenata, el afecto de familiares y amistades, y las noticias de progreso del recién creado departamento del Cesar, motivan al profesor Ramón Díaz a venirse para Valledupar en 1970, y es nombrado profesor del Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo, Instpecam, al año siguiente es ascendido al cargo de coordinador. Su esposa es nombrada docente en la Escuela Primero de Mayo, luego en la Concentración Santo Domingo y después en el Colegio CASD.
En nuestro querido Instpecam laboró hasta el 2003. Fueron 33 años de responsabilidad en el desempeño de sus funciones, motivador permanente del interés por el aprendizaje técnico y académico, y siempre preocupado por la calidad y el mejoramiento de la institución. Fue un maestro de jerarquía y liderazgo. Era amigo generoso, solidario en la alegría y en la tristeza.
El profesor Ramón Díaz Royero desde niño concibió la educación como el puente luminoso que otorga la posibilidad de dignificar nuestra calidad de vida. Y, en consecuencia, con su noble profesión edificó una honorable y reconocida familia: su esposa, Alcira Corzo de Díaz, hoy docente pensionada y en ocasiones columnista de un diario local; y sus tres hijos, distinguidos profesionales: Ramón, médico; Winter, abogado, y Tatiana, Administradora de Empresa. Sus nietos ya avizoran esa proyección.
El profesor Ramón Díaz Royero será recordado en el Instpecam con suprema gratitud, por ser persona leal a los principios universales de la vida: educación, trabajo, amistad y respeto. Uno de sus hermanos de madre, que también dejó semillas académicas en Valledupar, fue Orlando Castañez Díaz, como docente de la Universidad Popular del Cesar.
El pasado 17 de mayo, la sombra de la muerte cerró los ojos del profesor Ramón Díaz Royero, y al día siguiente su cuerpo fue llevado a las instalaciones del Instpecam, y una calle de honor de estudiantes y docentes recibió la carroza fúnebre. Cuatro fueron los oradores en el homenaje póstumo: El diácono Fredy Duarte y Ramiro Barahona, ambos bachilleres del instpecam, y dos exdocentes, Pedro Almarales y quien esto escribe, que hizo una semblanza y leyó el poema ‘Un tambor roto en la pisada’ que le agradaba al profesor Ramón.
UN TAMBOR ROTO EN LA PISADA
Hay un tambor roto en la pisada.
En los símbolos del cuerpo
la música pierde sus acordes.
Las escalinatas se hacen montañas
en la lenta enumeración de los pies.
Una estampa de penumbra
bordea el cansancio de los parpados.
El alfabeto borroso de los lentes
se detiene preciso en el nombre
de los seres más cercanos a la casa.
Entre sus manos
el sol se hace pequeño.
La piel suma el rastro
de largas noches.
Pensativo espera que el alma
sea un jardín de sueños
para que la sed de la muerte
no anticipe el verano en el cuerpo.
(Autor, José Atuesta Mindiola)

BLOG DEL AUTOR: José Atuesta Mindiola
Excelente Brillante.
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