SIEMPRE TE VERÉ PADRE.

Por Jose Atuesta Mindiola

Te veré, padre en los ramos de rocío
y en el alba que se esparce en el jardín;
en el alfabeto sonoro de las rosas
que adornan la mística mirada de mi madre.
En el viento frondoso de aquel árbol
con el romántico nombre de Corazonfino,
su sombra es diadema para el caminante
en el ardiente verdor de las sabanas.

Con el sol pegado en la camisa
en la flexible geometría de la madera
y la plasticidad gris del palustre
en la escalara inclinada del andamio.
En las huellas repetidas de la tarde
y la piadosa balanza de la vida.
En la ventana que recibe la noche
con la armonía astral de su retorno.

En las calendas de verano
el reposo agua de cacimbas,
por la desnudez de las riberas
que prolongan el mapa de sequía.
En tu alma ecologista, la tristeza
por el adiós calcinado del conejo
en su fallido en el intento
de cruzar la guardarraya.

Te veré en el borde de mis sueños
oteando el desfile de los árboles,
aquella lejana noche de diciembre
cuando perdí el camino de regreso.
De las fábulas de viajeros, recuerdas:
lunas que alejan de noche los fantasmas,
serpientes dormidas en espirales del tabaco
y duendes en la creciente de los ríos.

La estación de la memoria me delata
el primer manuscrito de la historia
de este pequeño pueblo de la infancia,
que guarda el acento de la música del río.
Allí cerca de una orilla del antiguo
Camino Real, nuestra humilde casa.
Allí retratan los ojos del corazón
los imborrables instantes de tu vida.

BLOG DEL AUTOR: Jose Atuesta Mindiola

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