En el mundo todo ha cambiado, a muchos colombianos nos ha tocado cambiar de actividad, e incluso algunos ya no regresarán a lo que hacían antes de la consabida pandemia, músicos que se dedicaron a otra cosa y les fue mejor en eso, profesores que conocieron la docencia virtual y ahora andan buscando trabajo de esa índole, jóvenes y adultos que conocieron la educación virtual y prefieren continuar por esa vía y ya no quieren saber nada de la presencialidad, ciudadanos que fueron empresarios en algún tipo de actividad y se quieren dedicar a otra cosa.
En buena parte de sus cuarenta y tantos años le han dicho en la calle: “–Ahhhh, tú eres la hija del maestro Edilberto Daza–”, quien sin duda, tiene un sitial de honor en el País Vallenato por ser el compositor de tantos éxitos grabados por los más connotados intérpretes de esta linda música, pero, así como van las cosas, parece que al maestro Edilberto le tocará escuchar la expresión: “–Ahhhh, usted es el papá de Sandra, la cantante–”.
Sandra Daza Martínez desde que estaba en el vientre de su madre lo primero que escuchó fueron las canciones de su papá, ensayadas en el patio de su casa en la voz de ‘Poncho’ Zuleta, Jorge Oñate, Diomedes Díaz, Iván Villazón, Beto Zabaleta, Silvio Brito, y tantos otros cantantes y acordeoneros que pasaban por allí a pedirle una canción al maestro Edilberto Daza.
A ella, desde muy niña le gustó cantar, y lo hizo precisamente con aquellas canciones que le llegaban al alma, esas letras llenas de amor, dolor y despecho, que son a las que le pone todo el sentimiento y le desgarran la voz, lo cual es una característica especial de su canto. Sandra llegó a las tarimas siendo muy joven, como corista del cantautor José Alfonso ‘Chiche’ Maestre, pero la vida la condujo por otros caminos, se casó y hoy es madre de una hermosa señorita, y a estas alturas ni se imaginaba que el destino la regresaría a la pasión de cantar.
Como la ‘bendita pandemia’ ha causado tantos estragos en el mundo, quien iba a pensar que es en buena parte la culpable de que Sandra Daza hoy sea considerada una de las mejores voces femeninas del género vallenato. Cuando al cantautor y guitarrista Juan Pablo Marín, hijo del maestro Hernando Marín Lacouture, se le ocurrió poner a cantar a Sandra vestida con una manta guajira y sentada en una mecedora, y luego insistirle que diera su consentimiento para publicar ese video en redes sociales, ahí se dio el primer paso en esta nueva etapa de la vida musical de Sandra Daza.
El video fue publicado cuando inició el primer confinamiento ordenado por el Gobierno, de inmediato se volvió viral en todo el país, y ‘Desde aquel momento’, como es el nombre de la canción que lleva la firma de su papá Edilberto, en los círculos vallenatos se escucha hablar con gran respeto de Sandra Daza, una mujer que canta con el alma y melancolía el vallenato clásico, una admiradora y seguidora de la mexicana ‘Chavela’ Vargas, que a juicio de este humilde servidor, y si ella lo decide, le espera mucha fama y popularidad en el canto vallenato, porque tiene talento de sobra, y lo mejor, aún no es tarde para disfrutarlo.
El pasado 6 de abril se cumplieron 15 años desde cuando al campesino sin grandes títulos, ni pergaminos, a quien en su pueblo le dicen cariñosamente ‘Juancho’, le entregaron la responsabilidad de ser el director de comunicaciones de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, quien tiene la responsabilidad de organizar el evento cultural y folclórico más importante de Colombia: el Festival de la Leyenda Vallenata.
Cuentan que ‘El flaco’, como también lo apodan, llegó de su natal Chimichagua a la encumbrada Valledupar, con solo una mochila llena de ilusiones y esperanzas, dándose a la tarea, nada fácil, de incursionar en las artes que llevaba impregnadas en el alma: periodismo y folclor.
La tarea de Juan Rincón Vanegas nunca ha sido fácil, la primera fue convencer a los vallenatos que sabía de periodismo y que podía hacer en el Valle lo que hacía en Chimichagua en su emisora ‘La voz del higuerón’; la segunda, que los medios escritos le publicaran sus crónicas, y, la tercera, poder amalgamar sus dos pasiones: contar historias y vivir metido en la música. Todas las ha logrado con lujo de detalles, pero con sacrificios inconmensurables.
La química entre ‘La Cacica’ Consuelo Araujonoguera y Juan Rincón Vanegas fue inmediata, pero solo mucho despues, cuando ella observó de cerca su trabajo, se dieron dos cosas importantes: la primera, que ‘Juancho’ se enamorara perdidamente del Festival, y la segunda que los miembros de la fundación le encomendaran la difícil misión de manejar la relación con los medios, que había dejado nada menos que la gran Lolita Acosta.
Cuando los altos directivos de la fundación decidieron que ‘Juancho’ sería el jefe de prensa no se equivocaron. Su paciencia, empatía, nobleza, sencillez y don de gente hacía prever que sería difícil encontrar otro igual. Ese personaje incansable no solo se quedó con esa alta responsabilidad, sino que también se dedicó a presentar y a asesorar a otros festivales vallenatos de la región y del país, lo cual hace permanentemente.
En 1990 llegó a La Loma de Potrerillo de la mano del difunto Huber Claro Quintero y desde entonces fue adoptado como el presentador oficial del Festival de Canciones Samuel Martínez, sin que a la fecha nadie haya podido destronarlo. Su prolífica y autentica pluma nos tiene acostumbrados a leer sus crónicas en medios tanto locales como nacionales.
Despues de esos 15 años, la FFLV ha recibido de Juan Rincón, no solo su entrega total y parte de su vida, sino grandes aportes en ideas y ejecutorias y tanto el periodismo como el folclor le debemos a ‘Juancho’ palabras como las que hoy con humildad le dedico, aun a sabiendas que son muchos los premios y reconocimientos que este chimichaguero de cepa ha recibido por sus buenos oficios.
COLOFÓN: Con profundo dolor y tristeza despedimos el pasado 7 de abril a un villanuevero distinguido, correcto, honesto y cargado de grandes calidades y cualidades humanas, como lo fue Alberto Daza Mojica, más conocido como ‘Beto’ Daza. Desde esta columna acompañamos en este momento difícil a sus hijos: Lía Margarita, José Salvador, María Ángel, María Teotiste, Ernesto, Ana María y José Alberto. Que Dios les dé la fortaleza que se requiere para afrontar tan irreparable pérdida.
Todos sabemos que Alejo, el ‘negro grande’ de El Paso, fue desde sus primeros años de vida un hombre campesino y dedicado a las tareas pastoriles del ganado cimarrón que había que llevar desde las sabanas de las haciendas Las Cabezas o Mata de Indio hasta los playones de Chimichagua o Potrerillo.
Tal vez esa sea la razón por la que Alejo Durán es el interprete de nuestra música vallenata, que, sin temor a equivocarme, le ha compuesto y cantado más a ese hermoso y gigantesco felino tan respetado por los campesinos, llamado tigre. A eso el doctor Ciro Quiroz Otero llama en su libro ‘Vallenato, Hombre y Canto’ el zoomorfismo y antropomorfismo en el vallenato.
Alejo siempre comparó a los hombres mujeriegos con los tigres, de hecho, él mismo se reconocía como un tigre. Cuando Alberto Salcedo Ramos lo entrevistó en su casa de Planeta Rica para la obra Diez Juglares en su patio, esto le dijo al respecto: “Cuando uno se enamoraba de verdad era un tigre, oyó, un tigre que perseguía a la dama por donde fuera. La olía a lo lejos. La llamaba con el silbido y si la cosa se ponía muy difícil, entonces uno se tiraba a fondo, a buscarla en cualquier rincón”.
Uno de los trabajos musicales de larga duración de Alejo Durán fue titulado ‘El Tigre’, el cual contiene un paseo de la autoría de Julio Erazo Cuevas, que lleva ese nombre y fue grabado en Discos Fuentes en el año 1971. Pero Alejo también grabó ‘El Tigre de la Montaña’, ‘El Tigre de la Pacha’, ‘El Tigre de Punta Brava’, ‘El Tigre Guamero’ y el ‘Tigre de Chimichagua’, y tal vez se me escapa algún otro tigre.
Me quiero detener un poco en cómo nace la canción ‘El Tigre de Chimichagua’, anécdota contada en la reciente obra escrita por Antonio Cacua Prada, sobre la vida del político más importante que ha tenido Chimichagua en toda su historia: Cerveleón Padilla Lascarro. Allí se cuenta que el abogado Félix Hoyos Lemus narra el suceso que dio vida al apodo de ‘Tigre de Chimichagua’, que le puso Alejo a ‘Don Cerve’ como cariñosamente le llamaban a Cerveleón. El asunto nace como una forma de Alejo para burlarse del alcalde de esa población en ese momento, don Luis Roberto León, a quien le llamaban ‘El Tigre de Torrecilla’.
“El contexto de esta canción, según la tradición oral, es que Alejo Durán Díaz tuvo relaciones intimas con una señorita del pueblo, bajo promesa incumplida de matrimonio, lo cual en aquellos tiempos tipificaba el delito de estupro. Don Cerveleón Padilla Lascarro era autoridad del municipio y libró orden de captura contra Alejandro Durán, pudo ser que esta orden de captura la expidiera bien el alcalde León o el mismo Cerveleón Padilla, siendo Juez Promiscuo Municipal de Chimichagua”.
Recientemente se habla de otro tigre de Chimichagua, pero dicen que ahora vive en Valledupar. Lo cierto es que para nadie es un secreto y también se lee en el libro que el negro Alejo con las mujeres era un verdadero tigre.
COLOFÓN: En cada uno de nuestros pueblos del Caribe colombiano había un tigre de dos patas, la mayoría quedaron sin dientes y sin colmillos.
*Jorge Nain Ruiz
Abogado. Especializado en derecho Administrativo, enamorado del folclor Vallenato, cantautor del mismo.
Las musas son las diosas inspiradoras de la música, es decir, son la fuente de inspiración de los autores y compositores, son las razones y motivos por los cuales se hacen las canciones; las mujeres y su belleza han sido históricamente la principal musa para componer, mas no la única; en nuestra música vallenata las musas son muchas: la naturaleza, las anécdotas, las historias, el acontecer diario, los amigos, pero especialmente la hermosura de las mujeres y todo lo que con ellas acontece, como amores y desamores; son la fuente inagotable del pentagrama vallenato.
Pero, como lógicamente las mujeres también se inspiran, nosotros los hombres debemos ser musas de ellas y no en pocas ocasiones nos han cantado hermosos versos; sin embargo, a riesgo de ser tildado de machista es una verdad de Perogrullo que la proporción es inmensamente mayor de hombres compositores frente a mujeres.
Todos nos hemos preguntado alguna vez, por qué un compositor es en alguna época de su vida mucho más pródigo para componer que en otras y en muchos casos hay compositores que no vuelven a componer ni una solo canción durante el resto de su vida; a otros les merma ostensiblemente su calidad en determinadas épocas y en otras vuelven por sus fueros, en fin, la musa al parecer no es eterna.
A nuestro mito viviente Rafael Escalona Martínez se le sindica de habérsele acabado muy temprano la musa; otros brillantes compositores como Calixto Ochoa, Leandro Díaz, Adolfo Pacheco, Gustavo Gutiérrez Cabello, por solo mencionar unos pocos, reconocen que no siempre han estado en un alto nivel de producción y que al parecer muchos factores internos y externos influyen en el asunto, los cuales abordaré desde mi propia percepción. Estoy totalmente convencido de que el bullicio de la ciudad, el ‘stres’ que ella produce, los adelantos tecnológicos y en general la vida cosmopolita son factores negativos en la inspiración y, por el contrario, el campo, la naturaleza, la soledad, el sosiego, y en general la tranquilidad son ideales para hacer canciones hermosas.
Como dije al iniciar este artículo, las mujeres y su belleza son el primerísimo factor de inspiración, y la conquista de ellas ocupa un lugar preponderante entre las musas; luego, a medida que el hombre avanza en su edad y sus principales preocupaciones son otras, se aleja de la más grande fuente y no porque no le sigan gustando las mujeres, sino porque se resigna a su suerte de un conquistador en el ocaso; contrario sensu, la juventud y el enamoramiento son buenos estados para un mayor nivel de inspiración.
Un matrimonio estable y feliz pueden ser fuente inspiradora para hacer unas cuantas canciones, pero no creo que muchas; porque se pierde un gran ingrediente que es el despecho, la tusa o el guayabo, cuya fuerza y determinación es igual o quizás mayor a la del enamoramiento como fuente inspiradora. Por experiencia propia considero que convivir con una mujer celosa puede ser un factor decisivo en alejar la musa, pues a ellas siempre les parece que cuando uno hace una canción no se la compone a ellas, sino a la vecina o a la compañera de trabajo, y por ahí viene un problemita seguro, que uno prefiere evitar absteniéndose de dar rienda suelta a la imaginación.
A mi juicio, factores decisivos para mantener viva la musa, son la alegría espiritual y la juventud mental; el mal humor que producen los problemas económicos y sociales, no son buenos aliado para lograr hacer una hermosa canción. Un compositor es un poeta y un poeta es un soñador, un loco, un romántico, un apasionado a todo, pero especialmente apasionado al amor; por eso si se va el amor se va la musa y si se va la musa se van las letras, la música y, por supuesto, las canciones.
Compositores vallenatos de esta generación como Romualdo Brito, José «Chiche» Maestre, Omar Geles, Fabián Corrales, por solo mencionar algunos, han tenido unos buenos años con las musas intactas y ojalá les dure, porque los necesitamos.
Después de cincuenta años de vida artística, cualquiera pensaría que un músico ya no debe tener sobresaltos y tantas emociones como las que ha tenido en el segundo semestre del año que pasó y en lo que va corrido de este, ese gran cantante y señor, más conocido como el Jilguero de América o el Ruiseñor del Cesar, Jorge Antonio González Oñate, quien realmente, yo creo, no le puede pedir más a la vida, ya que ha logrado todos los éxitos que alguien pudiese imaginarse. Seguir leyendo «El año de Jorge Oñate»→