Valledupar, febrero 26 de 2022 | Boletín Informativo No. 05
Con una alborada musical, acto religioso, ofrenda floral y un conversatorio este lunes 28 de febrero la Alcaldía de La Paz, Cesar, en articulación con la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, le rendirán un sentido y musical homenaje al maestro Jorge Oñate, al cumplirse el primer año de su sensible partida.
» La música es el vino que llena la copa del silencio»: Robert Fripp (músico, compositor y productor británico).
Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado
El amor, la admiración y el respeto, son tres de los grandes sentimientos que inspiran las mejores canciones de homenajes. Como esta titulada ‘Recordando al Ruiseñor’, un bellísimo y sentido homenaje que el maestro Joaquín Rodríguez Martínez, «El Poeta del Sinú» le rinde al «Eterno Cantante de La Música Vallenata» como lo denominé en una crónica que le dediqué hace algún tiempo; me refiero a Jorge Antonio Oñate González, esa gran voz que nos deleitó por más de cinco décadas y que lo seguirá haciendo por la eternidad, de igual manera como lo hace esa ave canora del cual tomaron su apelativo de «El Ruiseñor del Cesar»: pájaro que se caracteriza por tener un gorgeo agudo y prolongado, con cambios de tonos, alegres, melodiosos, sonoros, afinados y potentes que resultan celestiales y agradables para el oído, algo que se puede percibir cuando escuchamos la voz del cantor de La Paz (Cesar) en sus magistrales interpretaciones.
Un noveno mes llega a la partida física de Jorge Oñate. En medio del dolor que significa su partida, es bueno recordar pasajes de esa vida rica en lo musical que vivió y nos hizo sentir para bien del vallenato.Después de salir de los Hermanos López y vivir una unión fugaz con Emiliano Zuleta Díaz, comprendió que su voz debía seguir y que su liderazgo no tenía que ser solo como cantante, sino poner sus conocimientos al frente de la nueva agrupación que conformara.
Tuve la fortuna de acompañarlo en varias uniones. Siempre que eso ocurría, me buscaba en el Barrio Simón Bolívar donde vivía, para saber que opinaba sobre su futura o ya tomada decisión. Referente a Nicolás Elías Mendoza Daza le gustó mucho cuando saliendo del barrio, le dije, «El acordeonero que debe acompañarte es «Colacho», viene renovado en su estilo.
Mira lo que tocó con Poncho. Es un hombre serio y tiene un nombre consolidado», no había terminado de decir eso, cuando freno su carro y me dijo, «no se diga más, yo pensé lo mismo». Nos fuimos para la casa del reconocido músico. Lo que vino fue una bonita historia musical.
Estando en su pueblo natal, llegó buscándolo Diomedes Díaz para darle unas canciones, mientras Jorge se cambiaba hablamos de los temas que tenía. Al salir, le dijo, «qué dice el Cacique de Carrizal. Sus viejos como están?». Al tiempo que escuchaba los temas, se movía con alegría y aprobación. «Esas las grabó yo», dijo. Diomedes lo abrazó. Jorge nos invitó a Valledupar, al ir por toda la calle del Cesar, detuvo su carro y se ubicó a mano izquierda.
Hizo bajar a Diomedes. Los acompañé. «Escoja dos camisas, dos pantalones y un par de zapatos», le dijo Jorge. Así se selló una admiración que en medio de la competencia artística y de los seguidores que llevaban y traían, tratataban de decir más de lo que realmente ocurría. Si no se hubiera dado esa competencia, ninguno de los dos hubiera crecido como lo hicieron. Diomedes bebía con la música de su maestro, como le decía y Jorge no le perdía pisado a quien consideraba su verdadera competencia.
Al separarse de «Colacho» me opuse, porque no hubo razón para hacerlo. Fueron muchas las razones que le esgrimí, entre ellas, «que el caracolicero estaba vivo musicalmente y que no se le hiciera raro que se uniera a Diomedes», como en efecto ocurrió. Si bien es cierto, que la unión con Raúl Martínez fue ganadora en todos los aspectos, Jorge se la jugó con un joven acordeonero que nunca había grabado, quien en tres grabaciones dejó obras que engrandecen el clasicismo vallenato.
Por situaciones difíciles que vivió «El Chiche» se dio paso a la unión con Juancho Rois, quien venía de grabar con Juan Piña y Elías Rosado y había tenido aceptación sus producciones musicales.De nuevo Jorge fue a buscarme a donde vivía. Nos sentamos en el andén de mi casa. No pasaron muchos minutos, cuando la romería se hizo mayor para conocer a su cantante preferido. Juancho Geles me dijo, «pero esos estilos no se parecen».
«Eso es verdad, pero Jorge sabe mucho como se doma ese potro creativo que tiene Juancho».A finales del año 80, se da la grabación y pude acompañarlo en el hotel Bacatá durante un mes. Una mañana del domingo, después de escuchar las pistas, le dije, «escribí algo para esa unión». Después de leerla, dijo, «aprobado, el lunes se la entrego a Gabriel Muñoz». Así ocurrió y desde ese momento, hace 41 años, Fercahino creó una nueva manera de diseñar y presentar los productos musicales del vallenato. Esa es otra historia bonita.
Me opuse a la separación con Juan Humberto. Fue una discusión larga, que terminó acompañando al acordeonero que había ido al hotel en busca del reencuentro, pero mi querido amigo, hermano y compadre dijo con un no rotundo, que hasta ahí llegaba esa película musical.Llevé al acordeonero Sanjuanero a varios medios y luego de unas llamadas que hizo, decidió irse a España, donde duró un buen tiempo, que lo hizo madurar muchas ideas que luego uso en su reecuentro con Diomedes.
Mientras tanto el artista de la Paz, hacía contactos para que no lo dejara solo, porque no me gustó la manera como se dieron los hechos, después de encontrarnos en la calle 19 con carrera 5, me dijo, «quiero que escuche las canciones que traigo para grabar con Álvaro López». Me convenció y después de escucharlas, le dije, «Irene es el gran éxito», «Yo pienso lo mismo», me ripostó. Esa es otra historia bonita en la que escribí varias veces.
No tuve de acuerdo con la separación que se dio con Álvaro López, por una sola razón, «estaban consolidados como grupo», pero valieron mas las consejas de personas cercanas al cantante, que esa realidad.Así se dieron muchas uniones artísticas y su carrera musical se extendía.Peleábamos como dos hermanos, al final de todo, me buscaba él o lo hacía yo. Lo nuestro no era la lambonería usual en pos de grabarme una canción, sino una familiaridad que nació en 1972, en pleno quinto festival. Una historia que contaré después como haré de los muchos trabajos periodísticos que realicé para bien de su vida artística.
Al tiempo, ambos crecimos y nos ubicamos, en el puesto que cada uno de nuestros talentos propició.En Jorge Oñate pude encontrar una persona que siempre se preocupó por tener a los mejores músicos, especie de selección Brasil. Siempre trató al autor /compositor con mucho respeto. No importaba el lugar, allá iba a buscar la obra. Muchas veces lo acompañé a esas correrías. Nunca dudó, en ser solidario con el momento que vivían esos creadores y sin que nadie se diera cuenta, su mano amiga se hacía sentir.
Hoy, en donde el tiempo avanza y ya no está con nosotros, serían muchos los hechos que puedo narrar para bien de su imagen, que muchos panfletarios tratan de desdibujar, al presentar una imagen del ogro perseguidor, cuando su franqueza solo era una forma de ser, de alguien que como él, también lloraba de dolor, sufría y era muchas veces incomprendido, mientras su generosidad, pasión por su música lo hizo quererla más, que todo lo que tuvo. Jorge Oñate vivió solo para su música»-Fercahino
Jorge Antonio Oñate González nació en La Villa de La Paz, Robles, hoy Cesar, el 31 de marzo de 1949 y falleció el 28 de febrero de 2021, Medellín, Antioquia. Padres Delfina Oñate y Daniel González. #RelatosFercahino
En el octavo mes de la partida de mi amigo, hermano y compadre Jorge Oñate son muchos los recuerdos que reflejan la vida de un batallador de nuestra música vallenata. Construir un nombre en medio de las dificultades, no fue una tarea fácil, solo su instinto como buscador de sueños lo salvó, al descubrir que cantando podía ser alguien reconocido. Siendo un niño y a pie descalzo, se escabullía para escuchar las notas musicales en las eternas parrandas que se hacían en la casa de Pablo y Agustina, los padres de los López Gutiérrez, en donde la rutina de tantos estilos era recogida por Miguel, quien jamás pensó que el inquieto niño que espantaban, diciéndole que lo iban a acusar con su madre Delfina Oñate, se convertiría en la estrella del canto vallenato nueve años después.
Con su guacharaca en la mano y el torrente de voz que lo hizo brillar, se iba con Elberto López a las fiestas de Manaure, muchas veces a pie, solo con la esperanza de ser escuchado. Sobre ese momento, el músico Juan Manuel Muegues me dijo: «a Jorge lo vi muy jovencito, cantar en Manaure. Nunca imaginé en lo grande que se convertiría. Desde niño tuvo una voz sonora».
Todas esas inquietudes eran acolitadas por su tía Julia Martínez, quien obró siempre como una hada madrina y especie de segunda madre, quien siempre le habló al oído a Jorge Oñate a manera de una orden imperial. Conoció a Bogotá muy muchacho, donde viajó en compañía de su señora madre. Allí no descansaba en su afán de mostrar su canto. Un día especial de 1968, llegó su primo Alonso Fernández Oñate con una delegación musical con el acordeonero Emilio Oviedo a la cabeza, en donde debían grabar para sello Vergara un LP con doce de sus obras musicales. Estando en el ensayo, el compositor y abogado se acordó que tenía en Bogotá, un familiar que cantaba. Lo hizo ir, a un incipiente estudio de grabación, cerca de la carrera 8 con calle 18. Emilio Oviedo lo referencia así, «Estábamos listo para la grabación. Me había aprendido las doce canciones porque las iba a cantar y tocar como era la costumbre en ese momento. Estábamos con Pablo López, Esteban Salas, Virgilio Barrera, listos para grabar y el Dr Alonso dijo que él tenia un familiar que tenía afición musical y que por lo menos lo dejaran cantar una canción. Así fue. A la media hora llegó un joven de unos 19 años. Alonso le dio las letras de sus canciones. Cuando cantó «Campesina vallenata» sentí que mi canto sobraba. Es tan cierto eso que canto ocho canciones e hizo coros en muchas de ellas. Así nació la agrupación Los Guatapurí».
Así se inició en la discografía, previo al inicio del Festival Vallenato. Luego grabó con el músico Bolivarense Nelson Díaz, un destacado arreglista, quien le produjo para el sello Epic, con la anuencia de Gabriel Muñoz, un producto orquestado en donde quiso darle rienda suelta a un sueño de grabar música tropical. Esos dos inicios no fueron trascendentales como éxitos pero sí afianzaron su vocación por el canto. A la tercera fue la vencida. Después de tocar varias puertas con Miguel y Pablo López, fueron escuchados por Santander Díaz, productor artístico de CBS, quien en una parranda en el Círculo de Periodistas de Bogotá, expuso todo un repertorio selecto del vallenato, en donde el bautizo lo logró el Merengue de Carlos Araque Mieles «El siniestro de Ovejas», que despertó las fibras de todos los asistentes. Así comenzó en 1969, la historia, que maduró el proceso del canto separado del acordeón, cuyos antecedentes fueron valiosos pero que con este hecho artístico, liderado por el canto de Jorge Oñate y el acordeón de Miguel López, se presentó una nueva manera de hacer vallenato. Lo demás es una historia llena de éxitos con los hermanos López en los dos formatos que presentaron y luego, separado de ellos, pese a que el cantante quiso volver después de haber grabado con Emiliano Zuleta Díaz, pero las huestes Lopistas impidieron ese reencuentro.
Junto a Miguel y Pablo fue rey del Festival Vallenato, donde ganó el premio Fortunato Fernández a la mejor voz. Toda la vida musical de Jorge Oñate fue exitosa. Con cada uno de los acordeoneros, logró dejar obras que con el pasar del tiempo se volvieron clásicas. Las notas melodiosa a de los acordeoneros afianzaron su historia triunfadora. «Colacho» Mendoza, «Chiche» Martínez, Juan Rois, Álvaro López, «Cocha» Molina, Cristian Camilo Peña, Fernando Rangel, Julián Rojas.
La academia de la Grabación le otorgó el premio Grammy a la excelencia, que sumado a los congos, discos de oro y platino, ratifican su paso triunfador por la música vallenata.
Para el 2022, la Fundación del Festival de la leyenda vallenata hará ese evento en su honor. Todos los seguidores del vallenato esperamos, que ese evento sirva para testimoniarle a Jorge Oñate lo que significa para la Cultura musical de Colombia, quien defendió con creces a la música vallenata en cada uno de sus tiempos»-Fercahino.
Hoy hace seis meses partió Jorge Oñate, a un lugar donde un sueño profundo le pone fin a la vida. Allí no hay envidia, malos comentarios, odios, rencores, es el único momento en donde somos iguales y la vanidad pierde su protagonismo.
En ese tránsito, mi amigo, hermano y compadre Jorge Oñate ha sido recibido por Dios, quien lo acogió en un coro celestial y le dio el perdón y la paz eterna que merece. Acá en la tierra, disfrutamos de su excelsa obra musical, que sirve de hoja de ruta para quienes se inician en el canto vallenato.
Su presencia en nuestra música, refundó el canto vallenato, cuya estilística con visos de verdadero tenor, sacó de los patios de su tierra natal y lo elevó a los grandes salones, para constituirse en un paradigma cantoril.
Quienes lo vimos crecer, sabemos que su aporte consolidó, la construcción del gran edificio de la música vallenata. Tuvo la ventaja siempre, que su canto lucía igual, en los lugares populares llenos de parrandas al aire libre como en las grabaciones. La altura que le dio al canto vallenato, le permitió construir una tarea insuperable. Es por eso, «que cuando Jorge Oñate canta, debe ser escuchado con la mayor reverencia y respeto que él se ganó, por su lucha denodada en defensa de su única pasión, que lo llevó a vivir solo para su música vallenata «-Fercahino
«Un cantante es un artista que produce con su voz melodías, normalmente utilizando palabras que pueden rimar, o también acompañado de música instrumental» .
El compositor y cantante de jazz estadounidense Roy Ayers dijo alguna vez «la verdadera belleza de la música es que conecta a la gente, lleva un mensaje y nosotros los músicos somos los mensajeros». La anterior definición y concepto se aplica perfectamente a uno de los cantantes, más representativos y trascendentales de la música vallenata. Les hablo de Jorge Antonio Oñate González, quien llegó a este mundo un jueves 31 de marzo de 1949 en La Paz (Cesar), uno de esos pueblos bellos, apacibles, tranquilos, de gente humilde y trabajadora, que transpiran música y alegría por cada poro de su cuerpo. Hijo de Delfina Oñate oriunda de esta tierra y Daniel González oriundo del interior del país.
En ese ambiente tranquilo y musical fue creciendo este pequeño niño, que como todos los de su edad se dedicaban a los juegos infantiles y travesuras que son características de los moradores de la provincia. El pequeño Jorge desde muy temprana edad sintió el llamado celestial de la música, asunto que no le gustó a su progenitora, porque este arte en ese tiempo era sinónimo de tragos y parrandas y ella, como toda madre, soñaba verlo con un título profesional. Fue entonces su tía Julia Martínez que en contravía de su progenitora aupó las dotes artísticas del joven precoz, que cantaba a escondidas en parrandas y reuniones de amigos. Otra de las pasiones de Oñate era el fútbol, deporte que practicaba y en el que sobresalía razón por la cual llegó a jugar en las inferiores del equipo Unión Magdalena de «la bahía más linda de América», la ciudad de Santa Marta, pero su otra pasión «ser cantante» hizo que renunciara a su naciente carrera como futbolista; es decir, que el llamado de la música estaba por encima de todo. Su voz estaba predestinada de manera irreversible a alegrar los corazones de la gente, algo que hizo por más de cinco décadas ininterrumpidas.
Fue un mensajero portador de diversión, música, folclor, entretenimiento, con la que muchas generaciones y amantes de esta música se sintieron identificadas. Desde sus inicios sorprendió con la tesitura de su voz: nítida, afinada, firme, potente y melodiosa, algo que causaba alegría y admiración en sus coterráneos, como se tituló uno de sus trabajos discográficos: «Nací para Cantar» .
A la edad de 14 años ya era muy solicitado para deleitar con su voz a los pobladores de su terruño y poco a poco fue calando entre los seguidores de la música vallenata y conociendo a maestros y representantes de esta expresión folclórica y musical como: Rafael Escalona, Leandro Díaz, Emiliano Zuleta Baquero, sus paisanos Miguel y Pablo integrantes de la dinastía «Los López» así como al compositor Emiro Zuleta Calderón, entre muchos más. Motivo por el cual su señora madre Doña Delfina lo llevó a Bogotá y lo inscribió en el colegio de la Universidad Libre para que continuara con sus estudios. Pero como dice el viejo y sabio adagio popular «al que no le gusta el caldo se le dan dos tazas», en la fría capital colombiana tuvo un acercamiento con el Dr. Alonso Fernández Oñate, abogado, compositor y político quien en el año 1968 le propone grabar un trabajo discográfico con la agrupación Los Guatapurí, con el acompañamiento en el acordeón del Maestro Emilio Oviedo Corrales, donde curiosamente todas las canciones fueron de la autoría del Dr..Alonso Fernández y así nació el álbum titulado «Festival Vallenato», donde vinieron temas como: ‘Campesina Vallenata’, ‘Lavandera’, ‘María Eugenia’, ‘La Negrita del Ají’, entre otros. Los amantes de la música vallenata empezaron a conocer y deleitarse con una voz fresca, joven y distinta que partiría en dos la historia de la música de Francisco El Hombre. Si bien es cierto que antes de la aparición de Jorge Oñate en el panorama artístico, hubo algunas grabaciones donde el cantante se separaba del acordeonista, que por esa época eran los llamados músicos completos (tocaban, componían y cantaban) fue Oñate la voz que más trascendió y abrió la compuerta: marcó la senda de grandes vocalistas del vallenato como: Poncho Zuleta, Rafael Orozco, Diomedes Díaz, Beto Zabaleta, Silvio Brito, Daniel Celedón, Iván Villazón, etc.
Al año siguiente 1969 graba un nuevo trabajo discográfico titulado «Conmigo es El Baile» al lado del músico natural de San Juan Nepomuceno (Bolivar) Nelson Díaz en formato de música tropical, de esta manera comenzó a correr el rumor que había nacido una nueva voz con un timbre distinto a las que hasta ese momento se habían escuchado en este género musical. Luego de aquel difícil debut Jorge Oñate se unió a la agrupación de los Hermanos López, sus paisanos pacíficos, «naturales de La Paz», con quienes escribió algunas de las páginas más recordadas de la historia del vallenato, que en ese momento tuvo un cambio significativo, ya que le imprimieron un toque de modernidad por así llamarlo, pero manteniendo su esencia original y provinciana.
Junto a Miguel y Pablo López Gutiérrez retoman un formato que había sido instaurado por el tres veces rey vallenato Alfredo Gutiérrez Vital, con guacharaca, caja, cencerro, tumbadora, bajo, acordeón y acompañamientos de primera y segunda voz, algo que le dio mucho realce a los coristas e innovaron en el canto, amalgamando la influencia que venía del bolero, la balada y la ranchera, mezclándolos magistralmente con el estilo de vallenato puro y auténtico del maestro Luis Enrique Martínez Argote conocido musicalmente como «El Pollo Vallenato», considerado como el creador de la escuela más grande en la ejecución del acordeón vallenato. Podríamos decir que fue la agrupación de los Hermanos López la encargada de abrirle campo a un cantante, que a la postre terminó convirtiéndose en la voz líder y figura representativa de la música vallenata, una idea de evolución sana y atractiva para el folclor.
La primera producción musical al lado de Los Hermanos López se convertiría en una mancomunada fábrica de éxitos se tituló «Lo último en vallenato», publicado por CBS en el año 1970; a este trabajo discográfico le siguieron «Diosa Divina», 1971; «El Jardincito», 1972 y seis más para un total de nueve publicados entre 1970 y 1975, dejando una estela de éxitos que se convirtieron en verdaderos clásicos de la música vallenata. Los reconocimientos y calificativos por tan exitosa carrera musical no se hicieron esperar y es cuando es apodado como «Ruiseñor del Cesar» y «El Jilguero de América», los responsables de estos bautizos son el periodista y escritor cordobés Juan Gossain y el locutor y presentador cesarense Jaime Pérez Parodi. El canto de estas dos aves canoras como el Ruiseñor y el Jilguero se caracterizan por tener un gorgeo agudo y prolongado, con cambios de tonos, alegres, melodiosos, sonoros y potentes que resultan agradables para el oído, algo que percibimos cuando escuchamos la voz del cantante de La Paz, a quien le quedaron bien puesto los mencionados apodos.
Luego de ese paso fructífero musical al lado de Los López se une con Emiliano Zuleta Díaz, miembro de otra dinastía que ha marcado con letras indelebles la historia de nuestra música vallenata, con quien grabó un solo álbum titulado «La Parranda y la Mujer» donde se desprendieron éxitos que quedaron para la posteridad. Este trabajo discográfico fue predecesor del álbum «Los dos amigos» junto al gran Nicolás Elías «Colacho» Mendoza Daza con el que grabó cuatro álbumes clásicos y como era costumbre en el Jilguero, fueron exitosos y se quedaron para siempre en la memoria de sus seguidores. La racha de éxitos y trabajos memorables del Ruiseñor del Cesar aumentó y se le unieron nuevas figuras en la ejecución del acordeón; tales como, Raúl «Chiche» Martínez y Juan Humberto Rois Zúñiga, jóvenes que alimentaron más su trayectoria con nuevos arreglos melódicos, con notas más briosas, finas, productos de sus juventudes, que sirvieron como un bálsamo y una reinvención en Oñate que lo llevaron a consolidarse como el cantate eterno de la música vallenata y para todas las generaciones, día tras día. De esa fructífera simbiosis quedaron discos tan recordados, por su altísima factura literaria y compases melódicos, algo en lo que Jorge Oñate demostró su sapiencia: la visión que tuvo en seleccionar las canciones para sus discos, asesorado y rodeado siempre de los mejores compositores en distintos estilos, pero fiel a su peculiaridad, siempre ceñido a los cánones del vallenato.
Su sólida y ascendente carrera artística continúa con Álvaro López Carrillo, hijo de Miguel, y digno representante de su dinastía con quien también cosechó éxitos que sus seguidores guardan en sus corazones. También hizo pareja musical con Gonzalo Arturo «Cocha» Molina, Julián Rojas Teherán, Christian Camilo Peña, Fernando Rangel, etc. El Ruiseñor del Cesar fue el cantante que más grabó con Reyes Vallenatos, incluyendo tres de los cuatro Rey de Reyes que hay hasta el momento.
Galardonado con muchos premios y reconocimientos en su larga trayectoria musical: 25 discos de Oro, 7 de Platino, 6 dobles Platino, varios Congos de Oro en el carnaval de Barranquilla, además de un premio Grammy a la excelencia musical, entre muchos reconocimientos más. Jorge Oñate como lo dijo el maestro Roberto Calderón Cujia en su canción «Patrimonio Cultural» que le dio título al último trabajo discográfico del Jilguero de América con Álvaro López Carrillo, citando la frase de Julio César, el militar y político de la antigua Roma después de ganar una de sus batallas «VENI, VIDI, VICI» nos recuerda que el eterno cantante «VINO, VIO y VENCIÓ» y que la música vallenata encontró en él, una de las mejores voces que con su canto dio a conocer las historias cotidianas e inspiraciones narrativas, costumbristas, poéticas y filosóficas que hoy son recibidas con beneplácito por todos los amantes de esta expresión musical, folclórica y cultural.
El pasado domingo 28 de febrero de 2021 la voz de Jorge Oñate se apagó , pero quedará por siempre intacta en nuestras memorias y corazones.